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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Poco a poco, sin embargo, los partidarios <strong>de</strong> Manco Inca se iban posesionando <strong>de</strong> los<br />

conocimientos bélicos <strong>de</strong> los invasores. Pronto se vio al propio Manco montado a<br />

caballo. Después comenzaron a sonar tiros <strong>de</strong> arcabuz <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> los indios. Cuando los<br />

<strong>de</strong> Manco hicieron algunos prisioneros españoles, los obligaron a enseñarles cómo<br />

fabricar pólvora. A la postre se dieron encuentros en que quedó probado que la supuesta<br />

superioridad española se <strong>de</strong>bía solamente a sus armas y sus caballos, como en una<br />

escaramuza en que cuatro indios a caballo <strong>de</strong>rrotaron a treinta peones <strong>de</strong> infantería<br />

española.<br />

La respuesta <strong>de</strong> los Pizarro fue el terror. Tan pronto como Francisco logró aliviar el<br />

cerco <strong>de</strong> Lima, les envió a sus hermanos una fuerte columna al mando <strong>de</strong> Alonso <strong>de</strong><br />

Alvarado, que por el camino se <strong>de</strong>dicó a mutilar a sus prisioneros, cortándoles la mano<br />

<strong>de</strong>recha a los varones, algunos <strong>de</strong> ellos niños <strong>de</strong> brazos, y los senos a las mujeres. Los<br />

que escapaban <strong>de</strong> tan terrible suerte eran herrados como esclavos y utilizados para cargar<br />

las vituallas <strong>de</strong>l ejército, hasta que morían <strong>de</strong> fatiga e inanición. Por todas partes, a<br />

sangre, fuego y hierro, los españoles sembraban el terror.[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 212]<br />

Pero el gran alivio les llegó a los <strong>de</strong> Cuzco con el regreso <strong>de</strong> Diego <strong>de</strong> Almagro, que<br />

volvía <strong>de</strong> Chile. Lo acompañaba Paulo Inca, hermano <strong>de</strong> Manco, al mando <strong>de</strong> un ejército<br />

indio. Durante algún tiempo se pensó que Almagro y Paulo Inca tomarían el partido <strong>de</strong><br />

Manco, y los pizarristas temblaron. Pero a la postre pudo más en Almagro la lealtad a lo<br />

español, y en Paulo la ambición <strong>de</strong> ser coronado inca.<br />

Almagro, que <strong>de</strong>cía que el Cuzco no le pertenecía a Pizarro, sino que era parte <strong>de</strong> la<br />

nueva gobernación creada por la corona y entregada a él, se lanzó sobre el Cuzco, don<strong>de</strong><br />

los únicos que le ofrecieron resistencia fueron los Pizarro. Hechos prisioneros éstos, los<br />

<strong>de</strong>más españoles se juntaron al mando <strong>de</strong> Almagro y, coronado Paulo Inca como rey <strong>de</strong>l<br />

Tahuantinsuyu, se <strong>de</strong>dicaron a hacerle la guerra a Manco Inca. Mientras tanto, se hacían<br />

gestiones <strong>de</strong> paz con el jefe <strong>de</strong> los pizarristas, Francisco, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima <strong>de</strong>mandaba la<br />

libertad <strong>de</strong> sus hermanos y la <strong>de</strong>volución <strong>de</strong>l Cuzco. Pero no lograron ponerse <strong>de</strong><br />

acuerdo, y por fin Almagro cayó prisionero <strong>de</strong> Francisco Pizarro quien, olvidando que<br />

éste había perdonado la vida a sus hermanos cuando los tuvo prisioneros, lo hizo<br />

ajusticiar.<br />

Ante la insurrección <strong>de</strong> Manco Inca, Pizarro pidió refuerzos a otras colonias<br />

españolas, y pronto comenzaron a llegar <strong>de</strong> Panamá, México, Nicaragua y otras partes.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> ello, y <strong>de</strong> los muchos indios y negros que lo ayudaban, la sublevación<br />

continuó. A<strong>de</strong>más, en distintos lugares, y al parecer sin coordinar sus esfuerzos con los<br />

<strong>de</strong> Manco Inca, otros indios se alzaron también. Paulo Inca, a quien los pizarristas no<br />

reconocían el título imperial dado por los almagristas, luchaba sin embargo <strong>de</strong> su parte,<br />

por temor a la venganza <strong>de</strong> su hermano. Hubo batallas en las que las tropas <strong>de</strong> Manco<br />

<strong>de</strong>rrotaron a ejércitos españoles <strong>de</strong> quinientos hombres—número consi<strong>de</strong>rable en esa<br />

época en el Nuevo Mundo—a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> auxiliares indios y negros.<br />

Francisco Pizarro no llegó a ver el país “pacificado”. A mediados <strong>de</strong> 1541, varios<br />

almagristas, cansados <strong>de</strong>l mal trato que recibían, asaltaron su resi<strong>de</strong>ncia en Lima. Sólo los<br />

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