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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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astará la tierra que los alimenta a uste<strong>de</strong>s para alimentarlos a ellos también? Nosotros<br />

también tenemos padres, madres e hijos a quienes amamos. Pero confiamos en que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra muerte la tierra que nos alimentó los ha <strong>de</strong> alimentar a ellos también.<br />

Por eso po<strong>de</strong>mos vivir sin gran<strong>de</strong>s preocupaciones.<br />

El pastor Léry y otros establecieron buenas relaciones con los tamoyos, y cuando por<br />

fin los portugueses atacaron a los franceses tuvieron que enfrentarse, no sólo a estos<br />

últimos, sino también a sus aliados indios. Tras graves bajas, una expedición bajo el<br />

mando <strong>de</strong>l gobernador Mem <strong>de</strong> Sá tomó el fuerte francés. Pero los tamoyos, y los<br />

franceses refugiados entre ellos, continuaron ofreciendo resistencia por largo tiempo.<br />

Aunque a partir <strong>de</strong> entonces no hubo una colonia francesa en Guanabara, los buques<br />

<strong>de</strong> esa nacionalidad continuaban visitando el lugar, y reforzando la resistencia <strong>de</strong> los<br />

tamoyos y <strong>de</strong> los pocos franceses que quedaban allí. Puesto que algunos <strong>de</strong> éstos eran<br />

protestantes, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista portugués aquella lucha se convirtió en una guerra <strong>de</strong><br />

religión. Era necesario <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> los herejes que mancillaban aquellas tierras <strong>de</strong>l<br />

catolicísimo Portugal.<br />

La lucha continuó por largo tiempo. Los tamoyos <strong>de</strong>rrotaron repetidamente a los<br />

portugueses y a sus aliados los tupiniquines. Por fin, los sacerdotes jesuitas Nóbrega y<br />

José <strong>de</strong> Anchieta emprendieron una difícil embajada entre los tamoyos. Estos los<br />

recibieron y se mostraron dispuestos a aliarse a los portugueses, quienes recientemente<br />

habían roto con los tupiniquines, enemigos tradicionales <strong>de</strong> los tamoyos. Al aliarse con<br />

los portugueses, los tamoyos esperaban po<strong>de</strong>r aplastar a los tupiniquines. Gracias a la<br />

embajada <strong>de</strong> los jesuitas, un fuerte contingente tamoyo abandonó la lucha o se alió a los<br />

portugueses. Cuando por fin llegaron refuerzos <strong>de</strong> Lisboa, los colonos no vacilaron en<br />

romper sus tratos con los tamoyos. Muchos <strong>de</strong> ellos fueron muertos o hechos esclavos, y<br />

el resto huyó hacia el interior <strong>de</strong>l país. Mientras tanto, se hicieron las paces entre los<br />

portugueses y los franceses, a condición <strong>de</strong> que éstos últimos abandonaran la región. Esto<br />

sucedió en 1575, y con ello se le puso punto final a la empresa <strong>de</strong> Villegagnon, que duró<br />

unos veinte años.<br />

La triste suerte <strong>de</strong> los indios<br />

Lo que sucedió entonces con los tamoyos que quedaban fue índice <strong>de</strong> lo que a la<br />

postre suce<strong>de</strong>ría con casi todas las tribus <strong>de</strong> la costa. Los que no fueron muertos o<br />

esclavizados se refugiaron en las selvas, don<strong>de</strong> invadieron los territorios <strong>de</strong> otros indios,<br />

con las consiguientes guerras y muertes. A fines <strong>de</strong> siglo, el aventurero inglés Anthony<br />

Knivet cayó en sus manos, y logró salvar la vida persuadiéndolos <strong>de</strong> que era francés.<br />

Poco <strong>de</strong>spués los convenció a regresar a la costa y tratar <strong>de</strong> reconquistar sus tierras.<br />

Aquella tribu <strong>de</strong> treinta mil miembros se acercaba al mar cuando fue atacada por los<br />

portugueses. Diez mil murieron, y los otros veinte mil terminaron sus días como esclavos.<br />

Esta triste historia, como toda aquella empresa colonizadora, mereció la justa<br />

con<strong>de</strong>nación <strong>de</strong>l sacerdote jesuita Antonio Vieira, quien a mediados <strong>de</strong>l siglo XVII,<br />

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