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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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distinta. Estaba bien dividir a Alemania apoyando al partido protestante frente al<br />

Emperador. Pero en Francia había que <strong>de</strong>struir al partido hugonote, que era un quiste<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l estado. Esto no se <strong>de</strong>bía tanto a la doctrina <strong>de</strong> los protestantes como al hecho<br />

<strong>de</strong> que Enrique IV, para garantizarles la paz, les había concedido varias plazas fuertes, y<br />

gracias a ellas los hugonotes, al tiempo que se <strong>de</strong>claraban fieles súbditos <strong>de</strong> la corona,<br />

estaban en condición <strong>de</strong> oponerse a ella si sus <strong>de</strong>rechos eran quebrantados. El espíritu<br />

centralizador <strong>de</strong> Richelieu no podía tolerar la existencia <strong>de</strong> ese “estado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

estado”.[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 278]<br />

Los esfuerzos <strong>de</strong> Richelieu por <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong>l “quiste protestante” culminaron en el<br />

sitio <strong>de</strong> La Rochelle, la principal plaza fuerte <strong>de</strong> los hugonotes. El sitio duró un año,<br />

durante el cual los <strong>de</strong>fensores se enfrentaron valientemente a lo más escogido <strong>de</strong>l ejército<br />

francés. Cuando por fin la ciudad se rindió, <strong>de</strong> sus 25.000 habitantes no quedaban más<br />

que 1.500, muchos <strong>de</strong> ellos enfermos y esqueléticos. Tras la rendición <strong>de</strong> la ciudad, sus<br />

<strong>de</strong>fensas fueron <strong>de</strong>struidas y el culto católico se celebró en todas las iglesias. Entonces<br />

varias otras ciuda<strong>de</strong>s protestantes se alzaron en armas. Pero ninguna <strong>de</strong> ellas pudo<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse como lo hizo La Rochelle, y en varios lugares las tropas <strong>de</strong>l Rey se <strong>de</strong>dicaron<br />

a una guerra <strong>de</strong> exterminio.<br />

Empero, lo que le preocupaba a Richelieu no era la existencia <strong>de</strong>l culto protestante en<br />

tierra francesa, sino el po<strong>de</strong>río político <strong>de</strong> que los hugonotes habían gozado. Por tanto,<br />

una vez tomadas sus plazas fuertes, en 1629, el Primer Ministro promulgó un edicto <strong>de</strong><br />

tolerancia hacia los protestantes, tanto en lo religioso como en lo civil. Sin sus plazas<br />

fuertes, los hugonotes no eran ya una amenaza a la corona, y Richelieu quería evitar que<br />

el país se <strong>de</strong>sangrara en guerras internas cuando era necesario afianzar el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong><br />

Francia frente a la casa <strong>de</strong> Austria. En consecuencia, durante los últimos años <strong>de</strong> su<br />

gobierno los protestantes gozaron <strong>de</strong> relativa tranquilidad.<br />

[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 279] Luis XIV<br />

Richelieu murió en 1642, y al año siguiente Luis XIII lo siguió. Luis XIV tenía<br />

entonces cinco años, y la Regente, su madre Ana <strong>de</strong> Austria, le confió los asuntos <strong>de</strong><br />

estado al car<strong>de</strong>nal Mazarino, antiguo colaborador <strong>de</strong> Richelieu, quien continuó la política<br />

<strong>de</strong>l difunto ministro. Luego, por espacio <strong>de</strong> varios años los hugonotes fueron tolerados.<br />

Aunque durante el régimen <strong>de</strong> Mazarino hubo varias revueltas, los protestantes no se<br />

envolvieron en ellas, y su número creció rápidamente en todos los niveles sociales. En los<br />

campos había fuertes núcleos hugonotes, tanto entre los campesinos como entre los<br />

señores. Y en la capital los intelectuales <strong>de</strong> esa fe formaban parte <strong>de</strong> las más distinguidas<br />

tertulias parisienses.<br />

Luis XIV tenía veintitrés años cuando murió Mazarino, y se negó a nombrarle<br />

sucesor, pues estaba <strong>de</strong>cidido a gobernar por cuenta propia. Aquel soberano, a quien se<br />

dio en llamar “el Rey Sol”, no quería permitir que nadie le hiciera sombra. Por ello chocó<br />

con el Papa, quien trataba <strong>de</strong> inmiscuirse en los asuntos <strong>de</strong> Francia, y frente al cual<br />

promulgó y <strong>de</strong>fendió las “liberta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la iglesia galicana”. Pero por la misma razón el<br />

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