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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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<strong>de</strong> Wyclif incluía una iglesia nacional, bajo la dirección <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s civiles, y se<br />

verá hasta qué punto lo que estaba sucediendo en Inglaterra concordaba con esas i<strong>de</strong>as.<br />

A<strong>de</strong>más, era <strong>de</strong> todos sabido que Cranmer participaba <strong>de</strong>l mismo sueño <strong>de</strong> una iglesia<br />

reformada bajo la autoridad real.[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 81]<br />

La ruptura <strong>de</strong>finitiva se produjo en 1534, cuando el Parlamento, siguiendo en ello los<br />

<strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l Rey, promulgó una serie <strong>de</strong> leyes prohibiendo el pago <strong>de</strong> las anatas y <strong>de</strong> otras<br />

contribuciones a Roma, <strong>de</strong>clarando que el matrimonio <strong>de</strong> Enrique con Catalina no era<br />

válido, y que por tanto María no era here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l trono, haciendo <strong>de</strong>l Rey “cabeza<br />

suprema <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> Inglaterra”, y <strong>de</strong>clarando traidor a todo el que se atreviera a <strong>de</strong>cir<br />

que el Rey era cismático o hereje.<br />

El personaje más célebre que se opuso a todo esto fue sir Tomás Moro, quien había<br />

sido canciller <strong>de</strong>l reino y amigo íntimo <strong>de</strong> Enrique VIII. Moro se negó a jurarle fi<strong>de</strong>lidad<br />

al Rey como cabeza <strong>de</strong> la iglesia, y por ello fue encarcelado. En su prisión lo visitó una<br />

<strong>de</strong> sus hijas, a quien él había hecho educar con los mejores conocimientos <strong>de</strong>l humanismo<br />

<strong>de</strong> su época. Se cuenta que, cuando su hija lo instó a retractarse y aceptar al Rey como<br />

cabeza <strong>de</strong> la iglesia, nombrando los muchos personajes ilustres que lo habían hecho,<br />

Moro le contestó: “No me es dado cargar mi conciencia a espaldas <strong>de</strong> otro”. Llevado a<br />

juicio, el excanciller se <strong>de</strong>fendió diciendo que él nunca había negado que el Rey fuese<br />

cabeza <strong>de</strong> la iglesia, sino que sencillamente se había negado a afirmarlo, y que a nadie se<br />

le pue<strong>de</strong> con<strong>de</strong>nar por <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo. Pero cuando se le con<strong>de</strong>nó a muerte <strong>de</strong>claró<br />

abiertamente que, para <strong>de</strong>sahogar su conciencia, <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>jar constancia <strong>de</strong> que no creía<br />

que un laico pudiese ser cabeza <strong>de</strong> la iglesia, o que hubiera reino humano alguno con<br />

autoridad para establecer leyes en materias eclesiásticas. Cinco días <strong>de</strong>spués fue<br />

ejecutado en la Torre <strong>de</strong> Londres, tras anunciar: “Muero siendo todavía fiel siervo <strong>de</strong>l<br />

Rey, pero ante todo lo soy <strong>de</strong> Dios”. En 1935, cuatrocientos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte,<br />

Tomás Moro fue <strong>de</strong>clarado santo por la iglesia católica.<br />

Lo que hasta entonces había sucedido no era más que un cisma, sin contenido<br />

reformador alguno, y sin más doctrinas que las necesarias para justificar el cisma mismo.<br />

Pero había muchos en Inglaterra que creían que era necesario reformar la iglesia, y que<br />

veían en todos estos acontecimientos una gran oportunidad para hacerlo. El principal <strong>de</strong><br />

ellos, pero ciertamente no el único, era Tomás Cranmer.<br />

La actitud <strong>de</strong> Enrique VIII hacia las cuestiones religiosas era esencialmente<br />

conservadora. El mismo parece haber estado convencido <strong>de</strong> buena parte <strong>de</strong> las doctrinas<br />

tradicionales. Pero no cabe duda <strong>de</strong> que sus motivos últimos eran principalmente<br />

políticos. Luego, durante todo su reinado las leyes sobre materia religiosa vacilaron según<br />

las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l momento.<br />

Naturalmente, tan pronto como fue hecho cabeza <strong>de</strong> la iglesia Enrique <strong>de</strong>claró nulo su<br />

matrimonio con Catalina, y legalizó el que había tenido lugar secretamente con Ana<br />

Bolena poco antes. Pero Ana no le dio sino una hija, y a la postre fue acusada <strong>de</strong> adulterio<br />

y ejecutada. El Rey se casó entonces con Jane Seymour, quien por fin le dio un here<strong>de</strong>ro<br />

varón. Cuando Jane murió, el Rey utilizó su nuevo matrimonio para tratar <strong>de</strong> establecer<br />

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