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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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sesiones, se reunieron en un campo <strong>de</strong> tenis e hicieron voto solemne <strong>de</strong> no <strong>de</strong>sbandarse<br />

hasta tanto le dieran a Francia una constitución.<br />

Entretanto, las dificulta<strong>de</strong>s económicas iban en aumento, y el hambre se hacía cada<br />

vez más general entre el bajo pueblo. El Rey y los suyos, por su parte, acuartelaron tropas<br />

en las cercanías <strong>de</strong> París, y se <strong>de</strong>shicieron <strong>de</strong> Necker. La reacción popular no se hizo<br />

esperar. Por toda la ciudad hubo motines que culminaron cuando, el 14 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1789,<br />

el pueblo amotinado se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la Bastilla, un viejo castillo que servia <strong>de</strong> prisión a los<br />

enemigos <strong>de</strong>l Rey.<br />

A partir <strong>de</strong> entonces, los acontecimientos se sucedieron con vertiginosa rapi<strong>de</strong>z. El<br />

Rey capituló al or<strong>de</strong>narles a la nobleza y al clero que se reunieran con el Tercer Estado<br />

para formar una Asamblea Constituyente. Esta asamblea promulgó entonces la<br />

Declaración <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l hombre y ciudadano, que vino a ser uno <strong>de</strong> los documentos<br />

fundamentales <strong>de</strong> los movimientos <strong>de</strong>mocráticos tanto en Francia como en otras partes<br />

<strong>de</strong>l mundo. Cuando el Rey se negó a aceptar ésta y otras acciones <strong>de</strong> la Asamblea, el<br />

pueblo <strong>de</strong> París se sublevó, y a partir <strong>de</strong> entonces la familia real quedó virtualmente<br />

prisionera en Paris.<br />

Siguiendo las líneas trazadas por su propia Declaración <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos, y por los<br />

filósofos a que nos referimos en la sección anterior, que abogaban por un or<strong>de</strong>n político<br />

distinto, la Asamblea reorganizó el gobierno nacional, no sólo en los asuntos políticos y<br />

fiscales, sino también en lo religioso. En este último campo, el paso crucial fue la<br />

promulgación <strong>de</strong> la Constitución civil <strong>de</strong>l clero, en 1790.<br />

Por siglos la iglesia francesa se había enorgullecido <strong>de</strong> sus “liberta<strong>de</strong>s galicanas”<br />

frente a la autoridad romana. Luego, la Asamblea Constituyente, que se consi<strong>de</strong>raba a sí<br />

misma <strong>de</strong>positaria <strong>de</strong> la soberanía nacional, tenía razones para consi<strong>de</strong>rarse también<br />

autorizada a reorganizar la vida eclesiástica. Esa reorganización era a todas luces<br />

necesaria, pues los abusos eran muchos. Los altos cargos eclesiásticos, ocupados en su<br />

casi totalidad por miembros <strong>de</strong> la aristocracia, no se utilizaban para pastorear la grey, sino<br />

para el beneficio personal <strong>de</strong> quienes los ocupaban. Varios <strong>de</strong> los antiguos monasterios y<br />

abadías se habían vuelto centros <strong>de</strong> buen vivir, y ricas prebendas para los privilegiados.<br />

Todo esto requería reforma. Pero también había en la Asamblea Constituyente un buen<br />

número <strong>de</strong> <strong>de</strong>legados que se consi<strong>de</strong>raban a sí mismos ilustrados, y que creían que la<br />

iglesia no era sino un baluarte <strong>de</strong> la superstición y <strong>de</strong>l privilegio social. Luego, en la<br />

promulgación <strong>de</strong> la Constitución civil <strong>de</strong>l clero se conjugaron diversos intereses y<br />

opiniones.<br />

En general, el propósito <strong>de</strong> la Constitución era reformar la iglesia. Casi todo lo que en<br />

ella se estipulaba era <strong>de</strong> beneficio para la vida religiosa. El problema estribaba en si la<br />

Asamblea tenía o no <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> reformar la iglesia, como <strong>de</strong>cían algunos, “sin consultar<br />

a la iglesia”. Quién era esa “iglesia” que <strong>de</strong>bía consultarse, no estaba claro. Algunos<br />

abogaban por un concilio nacional. Pero la Asamblea Constituyente no podía permitirse<br />

el lujo <strong>de</strong> convocar tal concilio, que sería dominado por los prelados y les daría nuevo<br />

auge a los privilegios <strong>de</strong> la aristocracia. Otros sugerían que se consultara al papa, y ése<br />

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