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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Aquellas palabras cautivaron la imaginación <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong>l país. Puesto que sus<br />

opresores los llamaban mendigos, tal sería el nombre que se darían. La bolsa <strong>de</strong> cuero<br />

que llevaban los mendigos se volvió ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la rebelión. Bajo aquel símbolo el<br />

movimiento, que al principio había contado adherentes principalmente [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 102]<br />

entre los nobles y los gran<strong>de</strong>s burgueses, se extendió entre la población. Por todas partes<br />

se veía el estandarte <strong>de</strong> rebeldía, y las autorida<strong>de</strong>s no sabían qué hacer.<br />

Antes <strong>de</strong> llegar al campo <strong>de</strong> batalla, el movimiento fue una protesta religiosa. Por<br />

todas partes se producían reuniones al aire libre en las que se predicaba la doctrina<br />

protestante al amparo <strong>de</strong> mendigos armados, a quienes las autorida<strong>de</strong>s no se atrevían a<br />

atacar por temor a causar convulsiones aún mayores. Después aparecieron pequeños<br />

grupos <strong>de</strong> iconoclastas que visitaban las iglesias y <strong>de</strong>struían sus altares, imágenes y<br />

<strong>de</strong>más símbolos <strong>de</strong> la vieja religión, al tiempo que la gente <strong>de</strong>jaba que lo hicieran. Al<br />

parecer, quienes sentían simpatías hacia ellos se gozaban <strong>de</strong> sus andanzas, mientras los<br />

católicos se maravillaban <strong>de</strong> que el cielo no fulminara a los sacrílegos.<br />

Ante tales hechos, el Consejo <strong>de</strong> Estado no tuvo más remedio que apelar a quienes<br />

antes había <strong>de</strong>spreciado, en particular a Guillermo <strong>de</strong> Orange, y pedirles que trataran <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>tener los excesos que se cometían. Con su lealtad <strong>de</strong> siempre, y a riesgo <strong>de</strong> su vida,<br />

Guillermo logró calmar los ánimos. Cesó la ola iconoclasta, y el Consejo suspendió la<br />

Inquisición y permitió cierta libertad <strong>de</strong> culto. Por su parte, los mendigos <strong>de</strong>clararon que<br />

mientras se cumplieran las nuevas disposiciones su liga no tendría vigencia.<br />

Pero Felipe II no era hombre que se <strong>de</strong>jara convencer por la oposición <strong>de</strong> sus<br />

súbditos. A<strong>de</strong>más había <strong>de</strong>clarado, con vehemente sinceridad, que no tenía intención<br />

alguna <strong>de</strong> ser “señor <strong>de</strong> herejes”. Al mismo tiempo que se <strong>de</strong>claraba dispuesto a perdonar<br />

a los sediciosos y a acce<strong>de</strong>r a sus <strong>de</strong>mandas, estaba reuniendo tropas para invadir el país.<br />

Guillermo <strong>de</strong> Orange, que se percató <strong>de</strong> la duplicidad <strong>de</strong>l soberano, trató <strong>de</strong> persuadir a<br />

sus amigos los con<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Egmont y <strong>de</strong> Horn a que todos se unieran en resistencia armada.<br />

Pero cuando sus compañeros se mostraron confiados en la sinceridad <strong>de</strong>l Rey, Guillermo<br />

<strong>de</strong>cidió retirarse a sus posesiones en Alemania. La tormenta no se hizo esperar.<br />

Repentinamente se presentó en el país el duque <strong>de</strong> Alba, con una fuerza <strong>de</strong> soldados<br />

españoles e italianos.<br />

Sus ór<strong>de</strong>nes eran tales, que a partir <strong>de</strong> entonces la Regente lo fue solo <strong>de</strong> nombre,<br />

mientras era él quien <strong>de</strong> veras gobernaba. Alba venía dispuesto a ahogar la rebeldía en<br />

sangre. Una <strong>de</strong> sus primeras medidas fue organizar un “Consejo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes”, al<br />

que el pueblo pronto dio el nombre <strong>de</strong> “Consejo <strong>de</strong> sangre”. Este tribunal estaba por<br />

encima <strong>de</strong> todos los limites legales, pues, según el propio Alba le escribió al Rey, los<br />

procesos legales no permitirían con<strong>de</strong>nar sino a aquellos cuyos crímenes fueran probados,<br />

y las “cuestiones <strong>de</strong> estado” requerían que se procediera <strong>de</strong> manera drástica. Los<br />

protestantes fueron con<strong>de</strong>nados por herejes, y los católicos por no haber resistido la<br />

herejía. El expresar dudas acerca <strong>de</strong> la autoridad <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes era alta<br />

traición. También lo era el haberse opuesto a la creación <strong>de</strong> los nuevos obispados, o el<br />

haber sostenido que las provincias tenían <strong>de</strong>rechos y privilegios que el Rey no podía<br />

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