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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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comerciantes el libre acceso a cinco importantes puertos chinos. A partir <strong>de</strong> entonces, en<br />

una serie <strong>de</strong> guerras cada vez más humillantes, China se vio obligada a hacer concesiones<br />

siempre crecientes a varias potencias europeas, a los Estados Unidos y, hacia fines <strong>de</strong><br />

siglo, al Japón.<br />

Francia, a la sazón bajo el gobierno <strong>de</strong> Napoleón III, vio en tales condiciones la<br />

oportunidad <strong>de</strong> aparecer como la gran campeona <strong>de</strong>l catolicismo. Por ello se aseguró <strong>de</strong><br />

que en sus tratados con China se garantizaran, no solo los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> los comerciantes,<br />

sino también los <strong>de</strong> los misioneros. Aunque la Gran Bretaña temía envolverse en<br />

cuestiones <strong>de</strong> religión, a la postre también se vio obligada a seguir el ejemplo francés, y<br />

exten<strong>de</strong>rles su protección a los súbditos británicos que servían como misioneros en<br />

China. Esto llegó a tal punto que la protección extranjera se extendió, no solo a los<br />

misioneros, sino también a sus conversos chinos, que quedaron fuera <strong>de</strong> la jurisdicción <strong>de</strong><br />

los tribunales nacionales. El resultado fue que la conversión al cristianismo llegó a<br />

aparecer ventajosa para muchos chinos, que se hicieron bautizar más por conveniencia<br />

que por convicción.<br />

En general, los protestantes siguieron una política más comedida. Aunque muchos se<br />

opusieron a la participación británica en la Guerra <strong>de</strong>l Opio, a la larga vieron lo hecho<br />

como una “puerta abierta” para la predicación <strong>de</strong>l evangelio. Pero aun entonces muchos<br />

<strong>de</strong> los misioneros protestantes, conocedores <strong>de</strong>l resentimiento que la intervención<br />

extranjera había causado, se negaron a apelar a la protección <strong>de</strong> sus países <strong>de</strong> origen. A<br />

pesar <strong>de</strong> tal actitud por parte <strong>de</strong> los misioneros más sabios, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong>l<br />

chino promedio todo cristiano era en cierta medida extranjero, aunque por su raza fuera<br />

chino, y contra él se dirigía la fobia que los chinos siempre habían sentido hacia los<br />

extranjeros, y que ahora se había exacerbado <strong>de</strong>bido a las repetidas humillaciones a que<br />

el país se había visto sometido.<br />

Una consecuencia inesperada <strong>de</strong> las misiones fue la rebelión <strong>de</strong> T’ai P’ing—el Reino<br />

celestial. Este movimiento fue iniciado por un maestro <strong>de</strong> escuela que leyó nueve tratados<br />

cristianos y <strong>de</strong>cidió que había llegado la hora <strong>de</strong> establecer el Reino celestial <strong>de</strong> la gran<br />

paz, cuyo rey él sería. En ese reino, todas las cosas serían tenidas en común, habría<br />

igualdad entre hombres y mujeres, y se prohibiría la prostitución, el adulterio, la<br />

esclavitud, la costumbre <strong>de</strong> atar los pies <strong>de</strong> las niñas, el opio, el tabaco y las bebidas<br />

alcohólicas. En 1850, el movimiento estalló en rebelión militar y las tropas <strong>de</strong>l Reino<br />

celestial, mejor disciplinadas que las <strong>de</strong>l gobierno chino, [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 457] lograron<br />

importantes victorias. En 1853 establecieron la “Capital celestial” en Nankín, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí<br />

amenazaron hasta la propia capital imperial <strong>de</strong> Pekín. Mientras tanto, las potencias<br />

occi<strong>de</strong>ntales continuaban en su empeño <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilitar el imperio chino y repartirse los<br />

<strong>de</strong>spojos. En 1860, los franceses y británicos tomaron a Pekín e incendiaron el palacio<br />

imperial. A la postre, con la ayuda <strong>de</strong> contingentes occi<strong>de</strong>ntales, las tropas imperiales<br />

chinas aplastaron la rebelión <strong>de</strong> T’ai P’ing. Los muertos en los quince años que duró la<br />

revuelta fueron veinte millones.<br />

Fue durante la rebelión <strong>de</strong> T’ai P’ing que por primera vez llegó a China quien sería<br />

uno <strong>de</strong> sus más famosos misioneros, J. Hudson Taylor. Esa primera visita se vio<br />

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