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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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La elección <strong>de</strong>l nuevo papa fue mucho más difícil que la anterior. Cuando, tras once<br />

votaciones, se anunció que el nuevo papa era el car<strong>de</strong>nal Roncalli, muchos comentaron<br />

que este anciano <strong>de</strong> setenta y siete años había sido electo como “papa <strong>de</strong> transición”, para<br />

darles a los car<strong>de</strong>nales más tiempo para <strong>de</strong>cidir qué política seguir en el futuro. Pero el<br />

breve pontificado (1958–63) <strong>de</strong>l anciano papa, quien tomó el nombre <strong>de</strong> Juan XXIII,<br />

resultó ser <strong>de</strong> importancia <strong>de</strong>cisiva para la historia <strong>de</strong> la Iglesia Católica. La <strong>de</strong>cisión<br />

misma <strong>de</strong> tomar el nombre <strong>de</strong> Juan, manchado por las tristes memorias <strong>de</strong>l papado en<br />

Aviñón y <strong>de</strong>l anti-papa pisano Juan XXIII ( véase páginas 4<strong>99</strong>–500 VOLUMEN I), era<br />

señal <strong>de</strong> que este nuevo papa no estaba dispuesto a ajustarse a los mol<strong>de</strong>s establecidos.<br />

Pronto Juan XXIII causó gran consternación entre la curia, y entre sus guardias, por sus<br />

inesperadas visitas a los barrios pobres <strong>de</strong> Roma. Hubo quien llegó a expresar el temor <strong>de</strong><br />

que el Papa resultase ser un hombre <strong>de</strong>masiado simple para las pesadas responsabilida<strong>de</strong>s<br />

que pesaban sobre sus hombros. Empero Juan XXIII era hombre <strong>de</strong> amplia experiencia y<br />

profunda sabiduría, que había dado muestras <strong>de</strong> su habilidad diplomática en puestos<br />

difíciles tanto en la musulmana Istambul como en el París secularizado <strong>de</strong>l siglo XX.<br />

A<strong>de</strong>más, gracias a esas y otras experiencias, sabía hasta qué punto la iglesia se había<br />

distanciado <strong>de</strong>l mundo mo<strong>de</strong>rno, y roto toda comunicación con él. Su gran tarea sería<br />

restaurar esa comunicación perdida. Y sería una tarea que requeriría gran habilidad<br />

diplomática, pues había muchos en la curia y en otras altas posiciones <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la iglesia<br />

que no compartían su visión.<br />

Viéndose anciano y llamado a una gran tarea, el nuevo papa sentía la necesidad <strong>de</strong><br />

marchar a paso acelerado, y tres meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su elección anunció su propósito <strong>de</strong><br />

convocar un concilio ecuménico, es <strong>de</strong>cir, un concilio <strong>de</strong> toda la Iglesia Católica. Buena<br />

parte <strong>de</strong> la curia se oponía a tal proyecto. En tiempos pasados, casi todos los concilios<br />

habían sido convocados para respon<strong>de</strong>r a una cuestión urgente —por lo general, para<br />

con<strong>de</strong>nar una herejía que parecia ser particularmente peligrosa—. A<strong>de</strong>más, tras la<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> la infalibilidad papal por el Primer Concilio Vaticano había quienes<br />

pensaban que la era <strong>de</strong> los concilios había terminado, y que en el futuro los papas regirían<br />

los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> la iglesia como monarcas absolutos. De hecho, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tiempos <strong>de</strong> Pío IX<br />

había habido en la Iglesia Católica un proceso constante <strong>de</strong> centralización <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r bajo<br />

el papado. Pero el papa Juan veía las cosas <strong>de</strong> otro modo. Insistía en referirse a los<br />

obispos <strong>de</strong> varias partes <strong>de</strong>l mundo como colegas y hermanos, y prefería pedirles consejo<br />

en lugar <strong>de</strong> darles ór<strong>de</strong>nes. Estaba convencido <strong>de</strong> que habia llegado el momento <strong>de</strong><br />

“poner al día” la vida <strong>de</strong> la iglesia —lo que en italiano se dio en llamar su<br />

aggiornamento—. Y esto, según Juan XXIII lo entendía, no podía hacerse sino mediante<br />

la sabiduría y experiencia <strong>de</strong> todos los obispos <strong>de</strong> todas partes <strong>de</strong>l mundo.<br />

Los trabajos preparatorios para el concilio tomaron más <strong>de</strong> dos años. Mientras tanto,<br />

el Papa promulgó la encíclica Mater et Magistra, que fue vista por los católicos <strong>de</strong>dicados<br />

a la lucha por la justicia social como una palabra <strong>de</strong> estímulo y apoyo a sus esfuerzos. Por<br />

fin, el 11 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1962, el Papa abrió formalmente las sesiones <strong>de</strong>l Segundo<br />

Concilio Vaticano. Aun entonces, pocos esperaban que esa asamblea cambiaría<br />

radicalmente la dirección en que el catolicismo se había movido durante los cuatro siglos<br />

anteriores. Los documentos que el Concilio [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 517] <strong>de</strong>bía discutir y aprobar<br />

habían sido preparados por la curia, y en términos generales se limitaban a reafirmar la<br />

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