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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Los principales exponentes <strong>de</strong>l ocasionalismo fueron el filósofo holandés Arnoldo<br />

Geulincx y el sacerdote francés Nicolás <strong>de</strong> Malebranche. Según ellos, el alma y el cuerpo<br />

se comunican, no directamente, sino por intervención divina. Así, por ejemplo, cuando el<br />

alma toma una <strong>de</strong>cisión, Dios mueve al cuerpo para que actúe conforme a ella. O cuando<br />

algo afecta al cuerpo, Dios le comunica al alma las percepciones correspondientes. En<br />

última instancia, Dios es la causa <strong>de</strong> todo cuanto ocurre y todo cuanto pensamos y<br />

<strong>de</strong>cidimos. Dios interviene en nuestra alma en ocasión <strong>de</strong> los movimientos corporales, y<br />

en nuestro cuerpo en ocasión <strong>de</strong> los movimientos <strong>de</strong>l alma. De aquí el nombre <strong>de</strong><br />

“ocasionalismo” que se le dio a esta doctrina.<br />

Aunque el propósito <strong>de</strong> Geulincx y Malebranche era exaltar la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Dios, su<br />

solución al problema <strong>de</strong> la comunicación <strong>de</strong> las substancias no tuvo aceptación general,<br />

pues parecía culpar a Dios por cuanto suce<strong>de</strong> en el mundo.<br />

El “monismo” (<strong>de</strong>l griego monos, que quiere <strong>de</strong>cir “uno”) fue la doctrina <strong>de</strong>l holandés<br />

Benito (o Baruch) Spinoza, que era <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> judíos expulsados <strong>de</strong> España.<br />

Inspirándose en Descartes, Spinoza se propuso ofrecer una interpretación <strong>de</strong> la realidad<br />

basada en los principios <strong>de</strong>l razonamiento matemático. Esto pue<strong>de</strong> verse en el título<br />

mismo <strong>de</strong> su obra principal, Etica <strong>de</strong>mostrada según el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la geometría, que se<br />

publicó póstumamente porque su autor sabía que las opiniones expresadas en ella serían<br />

con<strong>de</strong>nadas. En efecto, el modo en que Spinoza resuelve el problema <strong>de</strong> la comunicación<br />

<strong>de</strong> las substancias es negando que haya en realidad más <strong>de</strong> una substancia. La realidad es<br />

solamente una (<strong>de</strong> ahí el nombre <strong>de</strong> “monismo”). El pensamiento y la extensión no son<br />

sino atributos <strong>de</strong> una substancia única, como la redon<strong>de</strong>z y el color son atributos <strong>de</strong> la<br />

misma manzana. Y lo mismo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> Dios y el mundo, que no son sino atributos<br />

<strong>de</strong> esa misma realidad única.<br />

Como era <strong>de</strong> esperarse, las doctrinas <strong>de</strong> Spinoza no fueron bien acogidas en los<br />

círculos religiosos, pues <strong>de</strong> hecho negaban que existiera un Dios aparte y por encima <strong>de</strong><br />

la naturaleza física, o que ese Dios fuera creador <strong>de</strong>l mundo.<br />

La “armonía preestablecida” fue la solución propuesta por el filósofo y matemático<br />

alemán Godofredo Guillermo Leibniz. Sin entrar en <strong>de</strong>talles acerca <strong>de</strong> su sistema,<br />

po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que es la antítesis <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Spinoza, pues mientras éste postulaba una<br />

realidad única, Leibniz partía <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> un número infinito <strong>de</strong> realida<strong>de</strong>s<br />

completamente in<strong>de</strong>pendientes entre sí, a las que llamaba “mónadas”. Con el <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l<br />

filósofo, las mónadas “no tienen ventanas”, es <strong>de</strong>cir, no se comunican entre sí. Cada<br />

mónada actúa, no por influjo <strong>de</strong> lo que acontece fuera <strong>de</strong> ella, sino porque se va<br />

<strong>de</strong>senvolviendo lo que ya estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella. ¿Cómo explicar entonces el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l<br />

mundo? Mediante la armonía preestablecida por el Creador. Dios, nos dice Leibniz, ha <strong>de</strong><br />

compararse a un relojero, y el cuerpo y el alma a dos relojes que marcan el mismo<br />

tiempo. Ese acuerdo entre los dos relojes podría explicarse <strong>de</strong> tres modos. El primero es<br />

que los dos se comuniquen entre sí, quizá mediante un eje común. Esa es la opinión que<br />

el vulgo sostiene en cuanto a las relaciones entre el alma y el cuerpo. Pero los filósofos<br />

saben que no hay tal comunicación, pues no es posible que el espíritu se comunique con<br />

la materia. La segunda explicación posible es que el relojero intervenga a cada momento<br />

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