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Informe sobre desarrollo humano para Mercosur 2009-2010 - OEI

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<strong>Informe</strong> <strong>sobre</strong> <strong>desarrollo</strong> <strong>humano</strong> <strong>para</strong> <strong>Mercosur</strong> <strong>2009</strong>-<strong>2010</strong>. Innovar <strong>para</strong> incluir: jóvenes y <strong>desarrollo</strong> <strong>humano</strong><br />

Recuadro 4.6: Otras dimensiones de la vulnerabilidad a la exclusión social<br />

Además de la afiliación institucional al sistema educativo<br />

y al mercado laboral, <strong>para</strong> medir la vulnerabilidad a la<br />

exclusión social también pueden utilizarse dos dimensiones<br />

adicionales.<br />

La primera son los quehaceres domésticos. En sociedades<br />

donde predomina la división por género entre el trabajo<br />

doméstico y no doméstico que tipifica a los sistemas<br />

de aportante único (breadwinner), las tareas del hogar tienen<br />

un significado distinto <strong>para</strong> quienes las llevan a cabo<br />

que en aquellas sociedades que han avanzado en la igualdad<br />

de género, en las que varones y mujeres comparten<br />

las labores domésticas y contribuyen con los ingresos del<br />

hogar.<br />

Cabe preguntarse si las actividades domésticas deben<br />

clasificarse como trabajo. Dada la valoración positiva que<br />

las sociedades asignan al trabajo, incluir a los quehaceres<br />

domésticos en esa categoría tiene la ventaja de reconocer<br />

la significación social de actividades que abarcan múltiples<br />

tareas y que demandan esfuerzos, dedicación e inversión<br />

de tiempo que muchas veces <strong>sobre</strong>pasan los que son<br />

requeridos por actividades remuneradas fuera del hogar.<br />

Pero, al mismo tiempo, la asimilación entre uno y otro<br />

tipo de actividades tiene la desventaja de ocultar los elementos<br />

de vulnerabilidad a la exclusión social que afectan<br />

principalmente a mujeres y que son parte constitutiva de<br />

los patrones tradicionales de la división del trabajo por<br />

género. Es decir, las personas que tienen como responsabilidad<br />

principal las tareas domésticas están expuestas a<br />

una disminución de oportunidades de participación en<br />

los principales circuitos sociales, económicos y culturales<br />

de su sociedad.<br />

En el índice de nivel de afiliación institucional se adoptó<br />

esta última posición: se consideró como trabajo únicamente<br />

al que se lleva a cabo en el mercado laboral. Para<br />

evaluar la fortaleza de los vínculos institucionales de las<br />

personas que sólo realizaban tareas domésticas se dio<br />

prioridad al nivel educativo alcanzado, de modo que los<br />

jóvenes que completaron el ciclo de educación secundaria<br />

son automáticamente clasificados en la categoría de<br />

alta afiliación institucional, independientemente de que<br />

estén trabajando o no, en el entendido que su calificación<br />

los habilita <strong>para</strong> incorporarse al mercado de estar motivados<br />

<strong>para</strong> hacerlo.<br />

Finalmente, la exclusión social puede abarcar otros<br />

aspectos de la vida social. Una persona con afiliación institucional<br />

completa, con alta educación y participación<br />

laboral, puede de todos modos estar excluida de la participación<br />

en espacios políticos, culturales o sociales por su<br />

origen racial, étnico, religioso o por su localización geográfica.<br />

Todos estos elementos pueden ser fuentes potenciales<br />

de vulnerabilidad a la exclusión social de los jóvenes.<br />

lo tanto, la falta de acceso a las TIC debería incorporarse<br />

como una dimensión de riesgo de<br />

exclusión social adicional a aquella basada en<br />

los niveles de afiliación institucional. Es decir,<br />

la inclusión no sólo tiene que ver con el acceso,<br />

presente o pasado, a las instituciones “clásicas”,<br />

la educación o el trabajo, sino también con el<br />

acceso a las nuevas tecnologías. Para medir el<br />

nivel de acceso a la TIC, se utiliza como indicador<br />

el uso de internet en los últimos seis<br />

meses 59 .<br />

59<br />

El uso de teléfonos celulares no se incluye por diferentes<br />

razones. La primera se relaciona con el propósito<br />

de vincular el abandono escolar temprano con la vulnerabilidad<br />

a la exclusión social. El abandono prematuro<br />

debilita las oportunidades y estímulos <strong>para</strong> el uso de internet.<br />

En cambio, el uso de celulares parece estar más<br />

vinculado a la disponibilidad de recursos económicos<br />

que a oportunidades y estímulos vinculados al ámbito<br />

educativo. La segunda razón se relaciona con las conclusiones<br />

de un estudio realizado en Santiago de Chile<br />

<strong>sobre</strong> el uso de teléfonos celulares en segmentos poblacionales<br />

pobres. Sus conclusiones no dan pie al optimismo<br />

en cuanto a su aporte a la superación del aislamiento<br />

social. El estudio de Ureta (2008) concluye que “<strong>para</strong><br />

estas familias, los celulares no representan el espacio de<br />

libertad que sugieren la publicidad y las campañas de<br />

marketing. Dicho espacio es restringido y de exclusión<br />

tal como los demás espacios de la ciudad. Es también un<br />

Los jóvenes que utilizan internet poseen los<br />

siguientes atributos en mayor medida que quienes<br />

no lo hacen. En primer lugar, cuentan con<br />

más oportunidades <strong>para</strong> identificar y construir<br />

nexos con personas e instituciones con intereses<br />

comunes y obtener información <strong>sobre</strong> vacantes<br />

laborales. Esto es así porque la interacción entre<br />

los jóvenes con alta conectividad virtual está<br />

menos restringida a las redes que operan sólo<br />

en el entorno geográfico inmediato que aquellos<br />

que no tienen acceso a internet. Es decir, los jóvenes<br />

desconectados están más atados al lugar<br />

en el que viven –su comunidad, su barrio– y<br />

por lo tanto cuentan con menos posibilidades<br />

y opciones. Pero además los jóvenes con acceso<br />

a internet desarrollan el sentimiento de formar<br />

parte de la comunidad de jóvenes del mundo<br />

contemporáneo. Asimismo, tienen más oportunidades<br />

de acceder a múltiples fuentes de<br />

autoaprendizaje (estas oportunidades adquieren<br />

especial relevancia dada la facilidad de los<br />

espacio de desigualdad, <strong>sobre</strong> el que las familias pobres<br />

tienen escaso control. Su falta de movilidad y exclusión<br />

de los espacios urbanos también ocurre en el espacio<br />

de las comunicaciones móviles. Sus capacidades <strong>para</strong><br />

avanzar en la comunicación se restringen a esperar a<br />

que alguien llame” (Ureta 2008:90).<br />

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