Informe sobre desarrollo humano para Mercosur 2009-2010 - OEI
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Capítulo 6 | Juventud y políticas en el espacio público<br />
Se trata, entonces, de una gama de políticas<br />
que apuntan a promover la inclusión, la participación<br />
y el empoderamiento juvenil 3 . Esto<br />
es así a pesar de que, en las políticas públicas<br />
y en la institucionalidad de los derechos, la especificidad<br />
juvenil todavía no está plenamente<br />
consagrada, a diferencia de lo que ocurre con<br />
los derechos de las mujeres o con los de los niños<br />
y adolescentes. Cabe recordar, como afirma<br />
Krauskopf (2003), que siempre existirán<br />
políticas concernientes a la juventud, tanto por<br />
afirmación como por omisión.<br />
Los cuatro países del <strong>Mercosur</strong>, de diferente<br />
manera y con distinta intensidad, han<br />
aplicado este tipo de políticas. Sin embargo, su<br />
articulación y coordinación interestatal y con<br />
la sociedad civil, como se verá a lo largo de este<br />
capítulo, ha sido –y todavía es– relativamente<br />
débil. De hecho, uno de los grandes desafíos de<br />
las políticas públicas de juventud es fortalecer<br />
la coordinación estatal y mejorar la articulación<br />
entre el Estado y la sociedad civil.<br />
6.3. Breve historia de las<br />
políticas de juventud<br />
La evolución de las políticas <strong>para</strong> los jóvenes<br />
en América Latina ha estado asociada en<br />
buena medida con los problemas relativos a la<br />
exclusión, la educación y la transición al mundo<br />
laboral. Aunque existen varias clasificaciones<br />
y criterios <strong>para</strong> analizar su evolución, desde<br />
la perspectiva del presente <strong>Informe</strong> resulta<br />
conveniente distinguir cuatro etapas 4 .<br />
3<br />
Si se consideran los derechos y las redes de protección<br />
social vigentes y las nuevas demandas juveniles<br />
que llegan al espacio público, las políticas públicas de<br />
la juventud pueden clasificarse en: universales (políticas<br />
sectoriales dirigidas hacia toda la población, inclusive a<br />
los jóvenes, tales como políticas educativas, de trabajo y<br />
empleo y salud); atractivas (no se dirigen exclusivamente<br />
a los jóvenes, pero tienen especial incidencia <strong>sobre</strong><br />
ellos, ya sea por la afinidad –por ejemplo las políticas<br />
culturales– ya sea porque se les dan oportunidades<br />
–aquellas que regulan los flujos migratorios– o porque<br />
son los principales afectados –por ejemplo, políticas de<br />
seguridad y combate a la violencia–, pueden tener carácter<br />
de emergencia o experimental, o combinar ambas<br />
dimensiones); y exclusivas (dirigidas sólo a los jóvenes<br />
de una franja de edad definida, que en general constituyen<br />
programas y acciones de emergencia <strong>para</strong> jóvenes<br />
excluidos o en situaciones de inclusión desfavorable).<br />
4<br />
Para mayor detalle véanse, Faletto (1986); Abad<br />
(2002), CEPAL-OIJ (2008), entre otros.<br />
6.3.1. Regímenes desarrollistas:<br />
inclusión y participación<br />
Desde la década de 1950 hasta la de 1960,<br />
y algunos casos hasta principios de los años<br />
1970, los países de la región realizaron esfuerzos<br />
tendientes a universalizar las políticas<br />
sociales, con especial énfasis en la ampliación<br />
de la cobertura educativa y tecnológica, lo<br />
que permitió el acceso masivo a la educación<br />
de jóvenes de los sectores medios y bajos. La<br />
educación fue, así, una de las principales vías<br />
<strong>para</strong> la integración social y el <strong>desarrollo</strong>. Se<br />
trató de una política <strong>para</strong> la juventud, de carácter<br />
universal, que apuntaba a garantizar la<br />
sostenibilidad del <strong>desarrollo</strong> en cada una de las<br />
sociedades.<br />
Como señaló Enzo Faletto, “el gran tema<br />
fue el progreso, y, la ciencia y la tecnología, los<br />
medios <strong>para</strong> alcanzarlo”. El progreso fue identificado<br />
con la modernización, <strong>para</strong> lo cual era<br />
necesario eliminar los obstáculos de las estructuras<br />
tradicionales y plantear y planificar metas<br />
de <strong>desarrollo</strong>, dentro de las cuales la educación<br />
constituía una prioridad de primer orden.<br />
Se buscaba la participación de los jóvenes en<br />
organizaciones partidarias, sociales, religiosas<br />
y deportivas.<br />
La expansión de la cobertura educativa<br />
fue enorme. La masificación de la educación<br />
terciaria, <strong>sobre</strong> todo en Argentina y Uruguay,<br />
cambió el perfil de las universidades y generó<br />
un intelectual portador de nuevos valores de<br />
modernización y <strong>desarrollo</strong>. La misma ciencia<br />
social latinoamericana se inició y expandió en<br />
base a los <strong>para</strong>digmas desarrollistas. Asimismo,<br />
el impacto educativo –que se tradujo en<br />
la legitimación de la “moratoria social” de los<br />
jóvenes estudiantes–, junto con la masificación<br />
de la televisión y el impulso de diversas industrias<br />
culturales, generó, hacia el final del periodo,<br />
un contraste generacional: la revolución<br />
sexual, la aparición de consumos culturales<br />
juveniles y el ascenso a la participación política<br />
de los estudiantes universitarios fueron la<br />
“marca cultural” 5 .<br />
Esto generó una nueva preocupación de<br />
las instituciones <strong>sobre</strong> el uso del tiempo libre<br />
de los jóvenes, por lo que se promovieron numerosos<br />
programas deportivos, recreativos y<br />
campañas preventivas de salud, con el objetivo<br />
de integrar a los jóvenes a un proceso de modernización<br />
inevitable.<br />
5<br />
Para mayor detalle véase Brunner (1988)<br />
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