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Informe sobre desarrollo humano para Mercosur 2009-2010 - OEI

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Apartado 3 | Por qué las jóvenes son estratégicas <strong>para</strong> el <strong>desarrollo</strong> <strong>humano</strong><br />

El tercer eje, íntimamente asociado al anterior<br />

pero con una diferencia de énfasis, se<br />

refiere a la lucha política llevada adelante por<br />

el feminismo y el movimiento de mujeres en<br />

América Latina <strong>para</strong> lograr la inclusión, dentro<br />

de la idea de ciudadanía, de sujetos excluidos.<br />

Desde los años 1960 y 1970, las mujeres<br />

de la región trabajan en reuniones y encuentros<br />

latinoamericanos, en ONG, y en la creación<br />

de espacios de educación superior y de<br />

redes. Ese trabajo dio lugar a un nuevo tipo de<br />

institucionalidad pública, al reconocimiento<br />

de las categorías que permitieron dar un carácter<br />

político a la cotidianeidad, al <strong>desarrollo</strong><br />

de una robusta capacidad de análisis y un<br />

pensamiento latinoamericano transformador<br />

en “clave feminista” (Montaño y Sanz, 2008).<br />

Entre otros logros del movimiento feminista<br />

latinoamericano, Montaño y Sanz mencionan<br />

los siguientes: en la esfera política, las cuotas y<br />

la representación política paritaria; en el ámbito<br />

económico, la incorporación del tema del<br />

trabajo doméstico no remunerado; en el ámbito<br />

de los derechos, el derrumbe de la frontera<br />

público/privada poniendo fin a la impunidad<br />

en torno a la violencia contra la mujer; en<br />

políticas públicas, la legitimidad y el estatuto<br />

jurídico otorgado a las políticas transversales;<br />

y, finalmente, los pasos en el reconocimiento<br />

de los derechos reproductivos, la despenalización<br />

del aborto y la apertura de un camino<br />

significativo hacia la reflexión <strong>sobre</strong> la se<strong>para</strong>ción<br />

entre Estado e Iglesia.<br />

Los procesos descritos a través de estos<br />

tres ejes reflejan el trasfondo de los cambios<br />

experimentados por las mujeres en el siglo<br />

pasado y lo que va del actual. En ambos procesos,<br />

uno más ligado al debate público y las<br />

políticas públicas, y el otro a la ciudadanía, se<br />

observaría el pasaje, señalado por Sen (2000:<br />

233), de una situación más pasiva (“receptoras”<br />

de ayuda <strong>para</strong> mejorar su bienestar) a<br />

otra más activa (“agentes” de cambios sociales<br />

que involucrarían tanto sus vidas como las<br />

de los hombres, y la sociedad en su conjunto)<br />

mediante el <strong>desarrollo</strong> y el despliegue de<br />

agencia.<br />

En el énfasis puesto en el “bienestar” y<br />

en la “agencia” es imposible no reconocer el<br />

creciente protagonismo de las mujeres <strong>para</strong><br />

corregir inequidades sociales, articular temas<br />

de diferente orden tendientes a mejorar su<br />

calidad de vida y la del resto de la sociedad,<br />

desplegar capacidad organizativa y participar<br />

haciendo oír su voz en el debate público. El<br />

Índice de disposición a la agencia ciudadana<br />

incluido en este <strong>Informe</strong>, 2 es más alto <strong>para</strong> las<br />

2<br />

Véase capítulo 6.<br />

mujeres (50% tiene una disposición media y<br />

alta) que <strong>para</strong> los varones (45% tiene una disposición<br />

media y alta). Los tres tipos de definición<br />

de demandas sociales que forman las dimensiones<br />

del Índice varían conforme la edad<br />

de las mujeres. Las demandas de distribución<br />

(orientadas a considerar la distribución de ingresos<br />

del país como desigual e injusta) y de<br />

participación (orientadas a declararse interesada<br />

en participar en la toma de decisiones y<br />

a considerar importante la forma democrática<br />

de gobierno) crecen entre las mujeres de veintiún<br />

años y más 3- 4 , mientras que las demandas<br />

de reconocimiento (orientadas a considerar<br />

como principales injusticias aquellas ligadas<br />

a la raza, la etnia, el género y la orientación<br />

sexual) son mayores entre aquellas mujeres<br />

cuya edad no excede los veinte años 5 .<br />

A3.3. Todo lo que se ha hecho<br />

y todo lo que falta por hacer<br />

Las relaciones desiguales de poder entre<br />

mujeres y varones se fueron modificando a lo<br />

largo del siglo XX a partir de los procesos de<br />

cambio reseñados. En las agendas de las políticas<br />

públicas y de investigación se introdujeron<br />

temas como derechos políticos, económicos<br />

y laborales; el cuerpo y la sexualidad,<br />

la violencia contra las mujeres; autonomía,<br />

derecho a la palabra y ejercicio de la ciudadanía.<br />

Las mujeres accedieron a oportunidades<br />

y obtuvieron logros en materia educativa y<br />

laboral; manejaron recursos económicos propios;<br />

accedieron al uso de la anticoncepción<br />

moderna, en un marco de democratización<br />

de las relaciones de género y activación de<br />

posibilidades de realización personal que excedieron<br />

el horizonte de la maternidad como<br />

destino; salieron a la vida pública, actuaron<br />

en política y ejercieron el poder. Esos efectos<br />

materiales <strong>sobre</strong>s sus vidas hicieron que las<br />

mujeres atravesaran experiencias de interacción<br />

en espacios con lógicas diferentes a las<br />

del mundo doméstico, o con lógicas similares<br />

pero en otros contextos.<br />

No obstante, como afirma Guzmán (2002:<br />

18) “transformaciones tan importantes en la<br />

cotidianeidad y el debilitamiento de viejas<br />

convenciones institucionales bien podrían<br />

3<br />

Demandas de distribución alta: hasta 20 años (52%);<br />

21 y más (56%).<br />

4<br />

Demandas de participación alta: hasta 20 años (54%);<br />

21 y más (58%).<br />

5<br />

Demandas de reconocimiento alta: hasta 20 años<br />

(44%); 21 y más (36%).<br />

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