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Informe sobre desarrollo humano para Mercosur 2009-2010 - OEI

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Apartado 3 | Por qué las jóvenes son estratégicas <strong>para</strong> el <strong>desarrollo</strong> <strong>humano</strong><br />

ámbitos educativo y laboral. La alfabetización,<br />

el aumento de las tasas de escolarización y los<br />

logros obtenidos en materia educativa tuvieron<br />

consecuencias positivas: en primer lugar<br />

<strong>para</strong> las mismas mujeres: se enriquecieron sus<br />

posibilidades, pero también las de sus hijos e<br />

hijas, y <strong>para</strong> la comunidad en general, porque<br />

la equidad, y su búsqueda permanente, propician<br />

la construcción de una sociedad más<br />

pluralista y solidaria.<br />

El acceso al mercado laboral y el aumento<br />

de las tasas de ocupación femenina, así como<br />

la posibilidad de contar con ingresos propios,<br />

provocaron cambios sustantivos en la libertad<br />

cultural y real (Sen 2000). Estos cambios son<br />

visibles en la ampliación y activación de la autonomía<br />

y la independencia, la ampliación del<br />

abanico de relaciones personales, el acceso a<br />

puestos jerárquicos, la adquisición de bienes<br />

propios, y el aporte de dinero a la economía<br />

familiar (aunque esa relación no es simétrica<br />

en las decisiones <strong>sobre</strong> el destino de los gastos).<br />

El ingreso proveniente del trabajo, aun<br />

el de un trabajo realizado en ámbito doméstico<br />

y la economía informal, es una alternativa<br />

considerada positivamente por las mujeres,<br />

tanto <strong>para</strong> ellas como por lo que significa<br />

como aporte a la economía familiar. En épocas<br />

de crisis, las dificultades económicas aumentan<br />

las responsabilidades de las mujeres y<br />

limitan sus posibilidades en el empleo formal,<br />

especialmente de las mujeres jefas de hogar.<br />

Pero en tiempos de crisis las mujeres también<br />

encuentran un ámbito de acción fuera del<br />

espacio privado: por ejemplo, en el armado<br />

de una trama social facilitadora de la implementación<br />

de programas sociales destinados<br />

a sectores populares.<br />

Las posibilidades que brinda el trabajo remunerado<br />

(e incluso el no remunerado dentro<br />

del hogar) son altamente valoradas, sin<br />

que ello signifique un desconocimiento por<br />

parte de las mujeres de sus aspectos negativos<br />

(<strong>sobre</strong>carga como consecuencia del mantenimiento<br />

de la responsabilidad en algunas<br />

decisiones relacionadas con la crianza de los<br />

hijos y por la realización de las poco democratizadas<br />

tareas domésticas, dificultades <strong>para</strong><br />

conseguir igual salario, acoso sexual.). Pese a<br />

estos problemas, el abandono del ámbito doméstico<br />

como único destino parece un dato<br />

definitivo que no tiene marcha atrás.<br />

En el núcleo duro de la representación<br />

social del trabajo doméstico, persisten dos<br />

tensiones. Una proviene del pasado: a las mujeres<br />

no les resulta sencillo evadirse de una<br />

responsabilidad que históricamente fue “su”<br />

responsabilidad. La otra proviene de la experiencia<br />

vivida y permanece invisibilizada.<br />

De esa tensión surge un sentimiento negativo<br />

expresado como cansancio, agobio, falta de<br />

reconocimiento, y una asociación negativa<br />

más fuerte –“la casa esclaviza”– que relaciona<br />

la domesticidad con la esclavitud. De ahí<br />

que el tiempo libre sea entendido como un<br />

tiempo <strong>para</strong> sí y fuera de la casa, que mejora<br />

la calidad de vida. Las variadas configuraciones<br />

familiares, además del deseo y la voluntad<br />

personales, aumentarán o disminuirán las posibilidades<br />

de las mujeres de disponer de ese<br />

tiempo de acuerdo al grado de cooperación<br />

existente (Petracci y Mattioli, <strong>2009</strong>).<br />

En el marco del contrato social y la teoría<br />

política democrática modernos, le ha correspondido<br />

a las mujeres el ámbito privado (el<br />

hogar y la vida familiar, el sostenimiento de<br />

los afectos, el cuidado y la reproducción) y a<br />

los varones, el público (racionalidad técnica y<br />

científica, política y poder, trabajo remunerado<br />

y manejo del dinero). Pero el cambio cultural<br />

impulsado por las mujeres desdibujó ese<br />

panorama. Uno de los rasgos salientes de ese<br />

proceso es precisamente la ruptura del modelo<br />

tradicional familiar basado en la estricta<br />

división de roles de género, en el que hay un<br />

único proveedor masculino de ingresos monetarios,<br />

<strong>para</strong> dar paso a un modelo de dos<br />

proveedores. No obstante, Wainerman (2005:<br />

37) a partir de hallazgos en investigaciones<br />

<strong>sobre</strong> la articulación entre familia y trabajo,<br />

realizadas en las dos últimas décadas, sostiene<br />

que la mayor carga doméstica, acentuada en el<br />

cuidado del hogar más que en la atención de<br />

los hijos, sigue recayendo en las mujeres.<br />

Otra de las dimensiones del proceso de<br />

cambio cultural es la participación en política,<br />

el surgimiento de nuevos derechos ciudadanos,<br />

la implementación de políticas públicas<br />

con perspectiva de género, los cambios en<br />

las configuraciones familiares y personales,<br />

los logros en materia educativa y la mayor inserción<br />

en el mercado de trabajo.<br />

A la presencia femenina en las luchas sociales<br />

de las décadas de los años 1950, 1960 y<br />

1970, cabe agregar la participación en espacios<br />

institucionalizados, organizaciones gubernamentales<br />

y no gubernamentales, o bien en el<br />

reclamo público activo de cambios. Incluso<br />

desde roles tradicionales –madres, abuelas–<br />

las mujeres desempeñaron un rol sustantivo<br />

de lucha contra las dictaduras y contribuyeron<br />

a la recuperación de las democracias (Feijoó y<br />

Gogna, 1985; Bianchi y Sanchís, 1987). Durante<br />

los años 1990, producto de las reformas<br />

estructurales, se formaron nuevos movimientos<br />

de protesta en los ámbitos regionales y<br />

rurales en los cuales las mujeres han desarrollado<br />

un papel activo y planteado demandas<br />

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