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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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gener<strong>al</strong>izar ese “grado <strong>de</strong> perturbación ment<strong>al</strong>” <strong>de</strong>l mortificado indígena cachiquel hacia toda la<br />

población guatem<strong>al</strong>teca –incluidos los soldados autores <strong>de</strong> todas las masacres– y, a renglón<br />

seguido, aplicársela a sí mismo: “...yo no estoy completo <strong>de</strong> la mente, me dije ya con franca<br />

preocupación... ¡Yo soy el menos completo <strong>de</strong> la mente <strong>de</strong> todos!” (16) porque, siendo “un ateo<br />

vicioso” se había comprometido con la Iglesia católica en un trabajo que, en la metáfora que usa,<br />

lo llevaba a “meter el hocico en este avispero ajeno, [para] cuidar que las católicas manos que se<br />

disponían a tocarle los huevos <strong>al</strong> tigre militar estuvieran limpias y con el manicure hecho...<br />

limpiar y hacer el manicure a las católicas manos que piadosamente se preparaban para apretarle<br />

los huevos <strong>al</strong> tigre... ” (16-17)<br />

El personaje princip<strong>al</strong> <strong>de</strong> la novela <strong>de</strong> Castellanos Moya no comparte el entusiasmo <strong>de</strong><br />

sus eventu<strong>al</strong>es compañeros por el proyecto emprendido por el Arzobispado, y, si bien su ex<strong>al</strong>tado<br />

egocentrismo lo mantiene impasible ante el sufrimiento ajeno, su inestabilidad y su propensión a<br />

la paranoia hacen que se <strong>de</strong>sespere ante la sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> convertirse en uno <strong>de</strong> aquellos cuerpos<br />

dolientes.<br />

De súbito me sentí atrapado en esa oficina <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s <strong>al</strong>tas y <strong>de</strong>snudas, víctima <strong>de</strong> una<br />

conspiración entre curas y militares en tierra ajena, cor<strong>de</strong>ro a punto <strong>de</strong> encaminarme<br />

hacia el sacrificio... Abrí la puerta, <strong>de</strong> golpe, aterrorizado, como si me f<strong>al</strong>tara el aire y<br />

estuviera a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sf<strong>al</strong>lecer ante un fulminante ataque <strong>de</strong> paranoia en esa habitación<br />

tapiada, y me paré en el umbr<strong>al</strong>, quizá con los ojos <strong>de</strong>sorbitados, según concluí por la<br />

forma en que volvieron a verme las dos secretarias... (18-19)<br />

La ciudad se vuelve entonces el sórdido lugar en el que cada c<strong>al</strong>le, cada acera, cada<br />

edificio, cada rincón, incluso los más cercanos y aparentemente inofensivos, pue<strong>de</strong>n escon<strong>de</strong>r <strong>al</strong><br />

enemigo. Como lo explica Mauricio Aguilar, el escenario privilegiado <strong>de</strong> las obras <strong>de</strong> posguerra<br />

centroamericanas es “el ambiente urbano masificado y solitario a la vez, don<strong>de</strong> la única<br />

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