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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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ellas provenientes <strong>de</strong> lugares aún más empobrecidos. Así en la novela <strong>de</strong> Bolaño, el cura párroco<br />

<strong>de</strong> Cuidad Nueva habla <strong>de</strong>l<br />

...goteo <strong>de</strong> emigrantes centroamericanos, <strong>de</strong> los cientos <strong>de</strong> mexicanos que cada día<br />

llegaban en busca <strong>de</strong> trabajo en las maquiladoras o intentando pasar <strong>al</strong> lado<br />

norteamericano, <strong>de</strong>l tráfico <strong>de</strong> los polleros y coyotes, <strong>de</strong> los sueldos <strong>de</strong> hambre que se<br />

pagaban en las fábricas, <strong>de</strong> cómo esos sueldos, sin embargo, eran codiciados por los<br />

<strong>de</strong>sesperados que llegaban <strong>de</strong> Querétaro o <strong>de</strong> Zacatecas o <strong>de</strong> Oaxaca, cristianos<br />

<strong>de</strong>sesperados, dijo el cura, un término extraño para venir, precisamente, <strong>de</strong> un cura, que<br />

viajaban <strong>de</strong> maneras inverosímiles, a veces solos y a veces con la familia a cuestas, hasta<br />

llegar a la línea fronteriza y sólo entonces <strong>de</strong>scansar o llorar o rezar o emborracharse o<br />

drogarse o bailar hasta caer extenuados. (474)<br />

Con mucha, con excesiva frecuencia, ellos son objeto <strong>de</strong> vejaciones, abusos y atropellos<br />

<strong>de</strong> parte, no sólo los grupos involucrados en las activida<strong>de</strong>s crimin<strong>al</strong>es que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fin<strong>al</strong>es <strong>de</strong>l siglo<br />

pasado proliferan en el turbio ambiente <strong>de</strong> un buen número <strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s latinoamericanas, sino<br />

también <strong>de</strong> aquellos agentes <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n que supuestamente <strong>de</strong>berían ser los garantes <strong>de</strong> su<br />

seguridad. Durante los interrogatorios a los que son sometidos, ellos <strong>de</strong>vienen tan sólo cuerpos<br />

anónimos y vulnerables que <strong>de</strong>ben revelar la información que el agente polici<strong>al</strong> <strong>de</strong>manda. Estas<br />

sesiones, en tanto constituyen explícitos eventos <strong>de</strong> tortura, conjugan, como lo explica Scarry, un<br />

acto físico, la producción <strong>de</strong> dolor, con un acto verb<strong>al</strong>, el proceso <strong>de</strong> interrogación. Si llevamos<br />

<strong>al</strong> extremo esta afirmación, podríamos <strong>de</strong>cir que el cuerpo torturado importa para el torturador<br />

tan sólo en la medida en que <strong>de</strong>viene la p<strong>al</strong>abra que él requiere. Y, sin embargo, siguiendo una<br />

vez más a Scarry, diríamos también que esa misma capacidad lingüística que el torturador<br />

<strong>de</strong>manda <strong>de</strong> la víctima se ve anulada por el dolor extremo que, a más <strong>de</strong> su lenguaje,<br />

<strong>de</strong>sestructura la re<strong>al</strong>idad cotidiana <strong>de</strong> quien sufre y hace tamb<strong>al</strong>ear aun sus más caros afectos y<br />

v<strong>al</strong>ores.<br />

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