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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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acor<strong>de</strong> a los propósitos <strong>de</strong> su proyecto, el narrador establece un ámbito <strong>de</strong> inflexibles y,<br />

gener<strong>al</strong>mente arbitrarias, reglas que impugnan <strong>de</strong> manera radic<strong>al</strong> la ética <strong>de</strong> la caridad cristiana,<br />

tan cara a las socieda<strong>de</strong>s capit<strong>al</strong>istas que cuentan con ella para lograr un <strong>al</strong>ivio mor<strong>al</strong> que les<br />

permite convivir con las atroces injusticias que el propio sistema genera. Al mismo tiempo, sin<br />

embargo, las rigurosas normas <strong>de</strong>l Mori<strong>de</strong>ro se acercan, <strong>de</strong> forma audaz y retorcida, a las<br />

técnicas y procedimientos <strong>de</strong> disciplinamiento que el sistema capit<strong>al</strong>ista pone en marcha para<br />

lograr índices cada vez más <strong>al</strong>tos <strong>de</strong> productividad en los cuerpos insertos en su maquinaria<br />

labor<strong>al</strong>. Lo hace, no obstante, con propósitos radic<strong>al</strong>mente inversos: mientras los primeros hacen<br />

<strong>de</strong> los cuerpos piezas dóciles, dispuestas a la productividad; el regente <strong>de</strong>l Mori<strong>de</strong>ro busca, en<br />

esa misma docilidad, transformar a sus huéspe<strong>de</strong>s en atentos vigilantes <strong>de</strong> su propia anomia y <strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>scomposición <strong>de</strong> sus cuerpos.<br />

De esta forma Bellatin, en un perverso juego que ratifica y a la vez <strong>de</strong>sdice <strong>de</strong> la<br />

autoritaria lógica <strong>de</strong>l sistema, lleva el control <strong>de</strong> los cuerpos a un punto en don<strong>de</strong> vida y muerte<br />

se confun<strong>de</strong>n y en el que esta última penetra en todos los <strong>espacios</strong> y en todos los momentos <strong>de</strong><br />

una existencia que le está consagrada. La transformación <strong>de</strong>l antiguo s<strong>al</strong>ón <strong>de</strong> belleza en<br />

Mori<strong>de</strong>ro supone, a<strong>de</strong>más, una imbricación profunda <strong>de</strong> los planos éticos y estéticos: la siniestra<br />

estética <strong>de</strong> la muerte que el narrador instituye en su loc<strong>al</strong> –elementos <strong>de</strong>corativos, colores,<br />

<strong>al</strong>imentos, enseres e incluso los peces que sobreviven en las peceras <strong>de</strong> aguas verdosas y<br />

estancadas– está pensada en función <strong>de</strong> la austeridad que mantiene en términos <strong>de</strong> reglas y<br />

procedimientos <strong>de</strong>stinados a sus moribundos huéspe<strong>de</strong>s. Con todo, S<strong>al</strong>ón <strong>de</strong> belleza no permite<br />

un anclaje cómodo para la crítica: las instancias <strong>de</strong> cuestionamiento que el lector llega a percibir<br />

en la escritura se enredan constantemente en un sinfín <strong>de</strong> actitu<strong>de</strong>s ambiguas, <strong>de</strong> enunciaciones<br />

autoconmiserativas, <strong>de</strong> motivaciones pueriles y egocéntricas <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> su narrador y personaje<br />

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