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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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difuso rencor dirigido, paradójicamente, hacia quienes <strong>de</strong>sorganizan el artifici<strong>al</strong> mundo <strong>de</strong> las<br />

merca<strong>de</strong>rías y suponen puntos <strong>de</strong> quiebre re<strong>al</strong>es en el supermercado: los ancianos, los niños y los<br />

‘m<strong>al</strong>os clientes’ que irrespetan la norma <strong>de</strong> los buenos consumidores.<br />

[Clientes que] tocan los productos igu<strong>al</strong> que si rozaran a Dios. Los acarician con una<br />

<strong>de</strong>voción fanática (y religiosamente precipitada) mientras se ufanan ante el presagio <strong>de</strong> un<br />

resentimiento sagrado, urgente, trágico. Es verídico. Estoy en condiciones <strong>de</strong> asegurar que <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> esas actitu<strong>de</strong>s se escon<strong>de</strong> la molécula <strong>de</strong> una mística contaminada.<br />

Los clientes ocupan el súper como se<strong>de</strong> (una mera infraestructura) para re<strong>al</strong>izar sus<br />

reuniones. Se presentan igu<strong>al</strong> que si estuvieran culminando una <strong>de</strong>satada penitencia. Los<br />

observo llegar con sus rodillas rotas, sangrantes, dañadas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> poner fin a una<br />

peregrinación exhibicionista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> no sé cuál punto <strong>de</strong> la ciudad. Ingresan como mártires<br />

<strong>de</strong> m<strong>al</strong>a muerte, famélicos, extemporáneos. (15-16)<br />

Sólo esporádicamente el or<strong>de</strong>n mercantil se permite un mínima fisura –aunque nunca<br />

<strong>al</strong>armante o peligrosa– en la irrupción <strong>de</strong> quienes aún no forman parte <strong>de</strong>l sistema y no entien<strong>de</strong>n<br />

su normativa: los niños; o en la presencia ajena <strong>de</strong> quienes “vienen a matar el tiempo que les<br />

queda”:(38) los ancianos. Los niños que largan los clientes “como quien arroja <strong>al</strong> b<strong>al</strong>dío a un<br />

anim<strong>al</strong> que no ha terminado <strong>de</strong> domesticarse.” (17) Los niños que inva<strong>de</strong>n el recinto mercantil<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un más <strong>al</strong>lá <strong>de</strong> la cultura y <strong>de</strong>l disciplinamiento que necesita el sistema: gritos, aullidos,<br />

llantos, chillidos, sonidos ensor<strong>de</strong>cedores; movimientos caóticos carentes <strong>de</strong> control: corren,<br />

atropellan, agra<strong>de</strong>n, empujan, embisten; <strong>de</strong>seo que todavía es capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>tonar con<br />

<strong>de</strong>sesperación anim<strong>al</strong>. Hijos <strong>de</strong> aquellos clientes sin capacidad adquisitiva, estos seres aún<br />

in<strong>de</strong>fensos terminan por ser dominados por un or<strong>de</strong>n que en ningún momento provocó su más<br />

mínima satisfacción:<br />

Conozco muy bien ese llanto sucio y <strong>de</strong>sgarrado que los obliga a arrastrase por el suelo y<br />

los revuelca convulsivos entre los pasillos mientras sus familiares y los encargados<br />

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