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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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Así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un día <strong>de</strong> una extraña excursión fuera <strong>de</strong> la ciudad, <strong>al</strong> llegar a casa,<br />

Am<strong>al</strong>fitano constata que “ya no había luz pero la sombra <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> Dieste que colgaba <strong>de</strong>l<br />

ten<strong>de</strong><strong>de</strong>ro era más clara, más fija, más razonable [...] que todo lo que había visto en el extrarradio<br />

<strong>de</strong> Santa Teresa y en la misma ciudad, imágenes sin asi<strong>de</strong>ro, imágenes que contenían en sí toda<br />

la orfandad <strong>de</strong>l mundo, fragmentos, fragmentos.” (265) La sombra <strong>de</strong>l texto, aún en su inherente<br />

inconsistencia, aparece ante los ojos <strong>de</strong>l profesor chileno como poseedora <strong>de</strong> una re<strong>al</strong>idad más<br />

contun<strong>de</strong>nte y confiable que ese entorno urbano en el que se <strong>de</strong>bate poseído por el temor y el<br />

sinsentido. La siniestra re<strong>al</strong>idad <strong>de</strong> Santa Teresa emerge ante el profesor chileno en retazos,<br />

especi<strong>al</strong>mente amenazantes, <strong>de</strong> aquel terrible acontecer que, día con día, está teniendo lugar en<br />

sus c<strong>al</strong>les, en sus plazas, en sus sitios b<strong>al</strong>díos, en sus aterradores basur<strong>al</strong>es. No obstante y a pesar<br />

<strong>de</strong> esa radic<strong>al</strong> <strong>de</strong>sarticulación, ese acontecer, retaceado, inexplicable, carente <strong>de</strong> unidad, penetra<br />

los rincones <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Am<strong>al</strong>fitano como si fuese un viento que, incontrolable, tiene el po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> invadirlo absolutamente todo:<br />

A esa misma hora la policía <strong>de</strong> Santa Teresa encontró el cadáver <strong>de</strong> otra adolescente,<br />

semienterrada en un lote b<strong>al</strong>dío <strong>de</strong> un arrab<strong>al</strong> <strong>de</strong> la ciudad, y un viento fuerte, que venía<br />

<strong>de</strong>l oeste, se fue a estrellar contra la f<strong>al</strong>da <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong>l este, levantando polvo y<br />

hojas <strong>de</strong> periódico y cartones tirados en la c<strong>al</strong>le a su paso por Santa Teresa y moviendo la<br />

ropa que Rosa había colgado en el jardín trasero, como si el viento, ese viento joven y<br />

enérgico y <strong>de</strong> tan corta vida, se probara las camisas y pant<strong>al</strong>ones <strong>de</strong> Am<strong>al</strong>fitano y se<br />

metiera <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las bragas <strong>de</strong> su hija y leyera <strong>al</strong>gunas páginas <strong>de</strong>l Testamento<br />

geométrico a ver si por <strong>al</strong>lí había <strong>al</strong>go que le fuera a ser <strong>de</strong> utilidad, <strong>al</strong>go que le explicara<br />

el paisaje tan curioso <strong>de</strong> c<strong>al</strong>les y casas a través <strong>de</strong> las cu<strong>al</strong>es estaba g<strong>al</strong>opando o que lo<br />

explicara a él mismo como viento. (260)<br />

Aquellas voces, que a menudo lo visitan en sus momentos <strong>de</strong> soledad, le hacen tomar<br />

conciencia <strong>de</strong> sus propios <strong>de</strong>svelos y preocupaciones: “Y también has pensado en tu hija, dijo la<br />

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