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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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masculino imperante en la región así lo <strong>de</strong>see –a condición tan sólo <strong>de</strong> que las víctimas<br />

pertenezcan a los sectores más pobres <strong>de</strong> la urbe–. Y en ello es importante enfatizar: no es<br />

exclusivamente la condición <strong>de</strong> género, sino más bien la extracción <strong>de</strong> clase la que <strong>de</strong>termina<br />

quién pue<strong>de</strong> o no ser víctima <strong>de</strong> la violencia en la ciudad mexicana. Existen mujeres <strong>de</strong> cuya vida<br />

se pue<strong>de</strong> disponer impunemente, y existen otras, aquellas que pertenecen a los sectores<br />

dominantes <strong>de</strong> la ciudad, cuya eliminación <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> sus asesinos –cuya i<strong>de</strong>ntificación, en el<br />

extremos opuesto <strong>de</strong> lo que constituye la regla, es rápida y certera– el pago <strong>de</strong>l precio más <strong>al</strong>to<br />

imaginable en una sociedad notoriamente patriarc<strong>al</strong> y machista, más <strong>al</strong>to aún que la entrega <strong>de</strong> su<br />

propia vida: la emasculación cumplida <strong>de</strong> la manera más atroz y dolorosa, antes <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r <strong>al</strong><br />

asesinato. El apresamiento, tortura y muerte <strong>de</strong> los jóvenes <strong>de</strong> la banda <strong>de</strong> los Caciques, autores<br />

<strong>de</strong>l homicidio <strong>de</strong> Linda Vásquez, constituye un claro ejemplo <strong>de</strong> lo dicho:<br />

A Chim<strong>al</strong> lo esperaban. Sabían que iba hacia <strong>al</strong>lí. Sabían qué celda iba a ocupar y sabían<br />

que se había cargado a la hija <strong>de</strong> una persona <strong>de</strong> dinero. […] Al octavo día <strong>de</strong> estar en la<br />

cárcel los atraparon a los cuatro en la lavan<strong>de</strong>ría. De golpe, <strong>de</strong>saparecieron los carceleros.<br />

Cuatro reclusos controlaban la puerta. [...] Chim<strong>al</strong> y sus tres carn<strong>al</strong>es estaban<br />

inmovilizados en el centro <strong>de</strong> la lavan<strong>de</strong>ría. A los cuatro los habían amordazado con<br />

esparadrapo. Dos <strong>de</strong> los Caciques ya estaban <strong>de</strong>snudos. Uno <strong>de</strong> ellos temblaba. [...] Des<strong>de</strong><br />

una ventana unos carceleros observaban la escena que se producía en la lavan<strong>de</strong>ría. [...]<br />

Uno <strong>de</strong> ellos llevaba una cámara fotográfica. Un tipo llamado Ay<strong>al</strong>a se acercó a los<br />

Caciques <strong>de</strong>snudos y les re<strong>al</strong>izó un corte en el escroto. Los que los mantenían<br />

inmovilizados se tensaron. Electricidad, pensó Haas, pura vida. Ay<strong>al</strong>a pareció or<strong>de</strong>ñarlos<br />

hasta que los huevos cayeron envueltos en grasa, sangre y <strong>al</strong>go crist<strong>al</strong>ino que no supo (ni<br />

le importaba saber) qué era. [...] Después Ay<strong>al</strong>a y Farfán, cada uno con un p<strong>al</strong>o <strong>de</strong><br />

escoba <strong>de</strong> unos setenta centímetros <strong>de</strong> longitud, se dirigieron hacia Chim<strong>al</strong> y el otro<br />

Cacique.<br />

[...]<br />

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