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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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nanciano, que incesantemente se genera en la exposición recíproca <strong>de</strong> la multiplicidad –<br />

multiplicidad <strong>de</strong> textos, tanto como <strong>de</strong> autores–.<br />

Podríamos <strong>de</strong>cir entonces, aunque usando términos radic<strong>al</strong>mente distintos, que Bellatin<br />

concibe su obra como esa singularidad textu<strong>al</strong> que se constituye en la multiplicidad <strong>de</strong> contactos<br />

–lingüísticos y extr<strong>al</strong>ingüísticos– en constante proceso <strong>de</strong> instauración <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una comunidad<br />

inoperante sin jerarquías ni normativas establecidas. Y en ese espacio plur<strong>al</strong>, ella se constituye<br />

también como un rizoma, una composición maquínica que genera inusitados enlaces<br />

significativos con una cantidad siempre variable <strong>de</strong> elementos, también en este caso, tanto<br />

textu<strong>al</strong>es como no-textu<strong>al</strong>es. Aparentemente, esta i<strong>de</strong>a contradiría el planteamiento <strong>de</strong> Bellatin<br />

acerca <strong>de</strong> S<strong>al</strong>ón <strong>de</strong> belleza, concebida como un universo cerrado y autocontenido, semejante a<br />

los acuarios <strong>de</strong> tranparentes paneles y <strong>al</strong> mismo Mori<strong>de</strong>ro, cuyas pare<strong>de</strong>s son mucho más opacas,<br />

pero igu<strong>al</strong>mente ins<strong>al</strong>vables. Sin embargo, haciendo nuestras nuevamente las p<strong>al</strong>abras <strong>de</strong><br />

Duchesne, diríamos que son precisamente esas pare<strong>de</strong>s -los crist<strong>al</strong>es <strong>de</strong> las peceras, los muros <strong>de</strong>l<br />

antiguo s<strong>al</strong>ón <strong>de</strong> belleza, las páginas <strong>de</strong> la novela-, los <strong>límite</strong>s, las fronteras, la epi<strong>de</strong>rmis que<br />

permite el contacto, 73<br />

la contaminación, el contagio comunicativo con un ‘afuera’ que<br />

necesariamente afecta ese universo <strong>de</strong> ficción que supuestamente se cierra sobre sí mismo.<br />

Ahora bien muchos <strong>de</strong> esos contactos, evi<strong>de</strong>ntemente, se generan <strong>al</strong> momento en que la<br />

obra, ya constituida como t<strong>al</strong>, se inserta en el inmenso y nunca cerrado círculo <strong>de</strong> su lectura.<br />

Cada interpretación, cada comentario, cada búsqueda <strong>de</strong> sentido y cada camino emprendido para<br />

dilucidar el enigma que toda obra singular plantea, hacen <strong>de</strong> ella un nuevo rizoma que extien<strong>de</strong><br />

sus conexiones prácticamente <strong>al</strong> infinito. No obstante, no sólo la lectura abre la obra a la<br />

73 Como lo explica Nancy, “los seres singulares comparecen: esta comparcencia hace el ser <strong>de</strong> ellos, los comunica<br />

los unos con los otros. […] El ser singular aparece a otros seres singulares; les es comunicado singular. Es un<br />

contacto, es un contagio: un tocar: la transmisión <strong>de</strong> un temblor <strong>al</strong> bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l ser, la comunicación <strong>de</strong> una pasión que<br />

nos hace ser semejantes, o <strong>de</strong> la pasión <strong>de</strong> ser semejantes, <strong>de</strong> ser en común.” (La comunidad inoperante)<br />

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