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Cuerpos al límite: espacios y experiencias de marginalidad

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Y si la muerte los acompaña como una aciaga compañera, hay que apren<strong>de</strong>r a conjurarla<br />

<strong>de</strong> la manera a<strong>de</strong>cuada. Con este propósito y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una lógica que podría parecer insólita para la<br />

mirada externa, los jóvenes cumplen ritu<strong>al</strong>es que, por proximidad y an<strong>al</strong>ogía, introducen<br />

inusitados elementos en su i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> sicarios. El primer capítulo <strong>de</strong>l texto se S<strong>al</strong>azar se inicia<br />

con la siguiente <strong>de</strong>scripción: “Sobre la luna redonda se dibuja la silueta <strong>de</strong> una gato sin cabeza<br />

que cuelga amarrado <strong>de</strong> las patas.” (23) Esta luna podría ser tanto la luna en el oscuro cielo <strong>de</strong> la<br />

noche, como la luna <strong>de</strong> un espejo que refleja un fragmento, parci<strong>al</strong> y <strong>de</strong>formado, <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong><br />

quince adolescentes que se embarcan en este ritu<strong>al</strong> <strong>de</strong> iniciación. La sangre c<strong>al</strong>iente se mezcla<br />

con vino y <strong>al</strong> beberla se establece, a través <strong>de</strong>l ritu<strong>al</strong>, una ca<strong>de</strong>na metonímica entre los jóvenes, la<br />

sangre y el gato <strong>de</strong>l cu<strong>al</strong> ella proviene. Pero la imagen es también un claro vínculo metafórico: el<br />

joven sicario es un gato que “se escurre con facilidad entre las sombras <strong>de</strong> la noche”, que se<br />

eleva a los tejados y que, dueño <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> la muerte, “s<strong>al</strong>ta sobre su presa con <strong>de</strong>streza y<br />

seguridad.” (23)<br />

La sangre c<strong>al</strong>iente <strong>de</strong>l gato, aun en la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> su muerte, crea conexiones<br />

prodigiosas entre la vida felina que <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> ser y la humana en la que, sin embargo, continúa<br />

siendo. Una conexión metonímica y metafórica que no se reduce un simple contacto ni a una<br />

imaginaria semejanza. Tanto el cuerpo <strong>de</strong>l gato, como el cuerpo <strong>de</strong>l joven que ingiere su sangre,<br />

pier<strong>de</strong>n su diferencia y su radic<strong>al</strong> autonomía: se acercan, se afectan, se transforman en un acto <strong>de</strong><br />

exposición y contagio. No es una imitación ni una i<strong>de</strong>ntificación, pero tampoco es una evolución<br />

que presuponga <strong>al</strong>gún tipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia o filiación. Si nos remitimos a lo que Deleuze y<br />

Guattari proponen, diríamos que lo que ocurre es un <strong>de</strong>venir-anim<strong>al</strong>: un proceso <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la<br />

<strong>al</strong>ianza, <strong>de</strong> la comunicación y <strong>de</strong>l contagio ( 245) que disloca la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l joven sicario quien,<br />

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