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54556f31575af-Tonnies- Hobbes. Vida y doctrina(CC)

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La política 287<br />

ficio se cruza con la imagen del hombre artificial, que no<br />

tiene pretensiones de realidad, sino que quiere ser la expresión<br />

adecuada del concepto racional del Estado, tal<br />

como debe ser, del Estado nada más que soberano, así<br />

como la representación de la colectividad por una persona<br />

(natural o artificial) que se arroga la soberanía, viene<br />

a ser su expresión jurídica (jurídico-natural). También<br />

ese hombre artificial, cuya alma es la soberanía, simboliza<br />

la personalidad del Estado, y de ese modo viene<br />

a prestar cuerpo a una idea que ha llegado a triunfar<br />

a lo largo de su pensamiento político. Pero todavía<br />

se oculta otro sentido: nuestro filósofo no ha podido<br />

resistir a la tentación de comparar el Estado realmente<br />

con un cuerpo organizado real. Se trata de otro pensamiento;<br />

pero la tentación está precisamente en que<br />

parece identificarse con el primero. Ese pensamiento<br />

fue tradicional en la Edad Media, y trabajado* en<br />

las más diversas formas. <strong>Hobbes</strong> se refiere a esa tradición<br />

en C. (VI, 15), al decir: “Los que comparan<br />

el Estado y los ciudadanos con un cuerpo y sus miembros,<br />

dicen casi todos que el poseedor del poder supremo<br />

en el Estado se comporta respecto a todo el Estado<br />

como la cabeza con el hombre total.” Y. pretende<br />

que en lugar de la cabeza se debe hablar del alma. No<br />

abandona esa idea que le parece aprovechable; pero<br />

mientras tanto, sufre una transformación en su cerebro.<br />

La idea de un hombre colectivo monstruoso, que encarna<br />

la personalidad ideal del Estado, es algo completamente<br />

diferente de la comparación de los Estados reales<br />

con los hombres reales. Se para mientes en que<br />

existen Estados reales, pero están (sin excepción) construidos<br />

defectuosamente. Los hombres reales no son<br />

construidos o edificados; por tanto, la construcción irracional<br />

del hombre artificial no equivale a la hechura

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