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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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la memoria, sería mejor persona. Hasta soportaría estar con él en la misma

habitación. En fin… ¿Cómo lo hacemos para dormir?

—Acuéstate en mi habitación. Yo dormiré aquí en el sofá.

Linda abrió la otra lata.

—No, de verdad que no. El sofá ya me está bien. ¿Tienes el sueño pesado o

ligero?

—Ligero —fue su respuesta.

—Entonces será mejor que te quedes al otro lado del pasillo por si se

despiertan y empiezan a deambular por ahí. Para despertarme a mí hace falta un

gong chino. Por cierto, tienes una casa muy bonita. Kyra ya me lo había dicho.

Él le agradeció el cumplido.

—Yo vivo de alquiler en la peor zona de Brookline. Cuando estaba casada

teníamos una casa que estaba bien… No tanto como esta, pero estaba bien. Al

final la perdimos.

—¿Qué pasó?

—Que confié en mi marido, eso pasó. Al principio era agente de seguros,

pero luego se hizo corredor de bolsa en no sé qué compañía de mierda… No me

enteré de cómo de mierda era hasta mucho después. Lo único que yo sabía del

dinero era que las deudas son malas y que los ahorros son buenos, así que dejé

que él se encargara de nuestras finanzas. Entonces se le metió en la cabeza que

no sé qué absurdas acciones iban a subir como la espuma e invirtió casi todos

nuestros ahorros. Y las acciones cayeron en picado. Nos arruinamos. Y nunca me

recuperé.

Fue como un truco de magia: estrujó la segunda lata de cerveza sin que Jamie

ni siquiera se hubiera dado cuenta de que se la bebía. Le dijo que esperara un

momento y volvió de la cocina con otra lata.

—Desde entonces he ido trampeando como he podido —prosiguió,

dejándose caer de nuevo en el sofá—. Los inspectores de policía de Brookline no

nos ganamos mal la vida, pero he tenido que criar sola a Kyra y ella tiene amigas

como tu Emma que llevan siempre cosas muy bonitas y muy caras. Y ella

también las quiere. No puedo dárselo todo, pero hago lo que puedo. Después de

pagar los impuestos y los gastos de la casa, no queda mucho a final de mes. Y

encima me lo restriegan por la cara a cada momento.

—¿Qué quieres decir?

—Sabes muy bien que esta es una ciudad de ricos. Recibo llamadas de casos

de robo o violencia doméstica, y yo entro en esas mansiones para ayudar a la

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