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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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atractiva antes de que la dureza de la vida le arrebatara lo mejor de sí misma,

aunque, en ese momento, él apenas reparó en ella.

Subió la escalera a toda prisa y pasó junto al perro, que no paraba de ladrar.

Linda lo siguió.

—Las había puesto en habitaciones separadas, pero juntas están más

calmadas. Están en el cuarto de Emma.

—¿Por qué no llevas mascarilla? —le preguntó Jamie al llegar al rellano.

—He estado entrando y saliendo de las casas de la gente desde que todo esto

empezó. He estado más que expuesta. ¿Y tú?

—Lo mismo.

Había dos chicas en la habitación, pero Emma captó toda su atención. No

parecía la misma persona que había visto por última vez hacía dos días. Habían

desaparecido de su rostro la rigidez malhumorada de la mandíbula, la mirada

enfurruñada y la ridícula confianza de la quinceañera convencida de tener razón

en todo. La nueva Emma estaba sentada en la cama con las piernas recogidas con

fuerza contra el pecho, mirándolo sin dar la menor muestra de reconocerlo. A

Jamie le vino a la cabeza la palabra «desconectada». Sí, tenía pinta de

desconectada, de ida. Tenía las mejillas encendidas y una tos seca y persistente.

Jamie se acercó muy despacio.

—Soy papá, cariño.

Un chillido, un espantoso chillido, perforó sus oídos. Retrocedió un paso.

Kyra, que estaba medio escondida bajo el escritorio de Emma, también gritó.

Jamie la conocía bien. Las dos chicas habían sido amigas desde la secundaria. Él

pensaba que estaban cortadas por el mismo patrón, aunque físicamente no

podían ser más distintas. Emma era rubia, grácil y esbelta. Kyra era morena, más

alta y corpulenta, jugaba al tenis y era buena deportista.

—Ya, nena, no pasa nada —le dijo Linda a su hija—. Cálmate. —Después de

que las dos se tranquilizaran, le comentó a Jamie—: Cuando una se altera, la otra

también.

—¿Dónde estaban cuando llegaste?

—En el salón. Las vi a través de la ventana, pero no me abrieron. Tuve que

forzar una ventana. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Parecían tan perdidas y

asustadas…

Jamie trató de acercarse a Emma otra vez para poder tocarla, pero ella

empezó a chillar de nuevo. Desolado, se dejó caer sobre un silloncito amarillo que

había junto a la ventana.

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