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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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A

Mandy no es que le apeteciera mucho, pero no podía negarse. Tampoco es

que tuviera mucho más que hacer. Así que al final consintió en posar para

Rosenberg, quien la hizo sentarse en un taburete colocado junto a una de las

ventanas del laboratorio, la que, según él, estaba mejor iluminada por el suave

fulgor vespertino.

El anciano había viajado bastante ligero de equipaje: para un artista, eso

significaba renunciar al farragoso cargamento de óleos y pinceles, espátulas y

disolventes, lienzos y caballetes, y sustituirlo por un simple juego de acuarelas y

papel.

—Cuando me dispongo a retratar a alguien, siempre le hago la misma

pregunta: ¿tú cómo te ves?

Mandy puso cara de perplejidad.

—Pensaba que ese era el trabajo del artista.

—Bueno, sí, y te pintaré tal como yo te veo, pero también quiero tener en

cuenta tus propias percepciones.

Mandy se quedó pensativa un rato.

—Muy bien. Pues soy una persona seria, aunque creo que de eso ya te has

dado cuenta. Me gustaría ser más frívola, pero no lo soy. Ante todo, soy una

científica. Supongo que podrías poner equipamiento de laboratorio en el cuadro

para reflejar eso. —El labio inferior le tembló antes de anunciar lo que estaba a

punto de decir—. Fui una esposa. No la mejor de la historia, pero una esposa al

fin y al cabo. Y creo que eso es todo. Esa soy yo.

—¿Puedo ser sincero contigo?

—Hemos enterrado juntos a nuestros cónyuges, Stanley. Creo que podemos

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