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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—¿Lleva algún arma más en el coche? —le preguntó el sargento a Jamie.

—Hay un cuchillo en la guantera central. Eso es todo.

—¿Qué me dice de ellas? ¿Llevan algo?

—Las niñas están infectadas. Son inofensivas.

El sargento le registró los bolsillos y encontró su cartera, con la tarjeta del

Hospital General de Massachusetts y los tubos de plástico con el polvito.

—¿Qué es esto? —preguntó, agachándose y poniendo los viales ante su cara.

En esta ocasión, Jamie se controló.

—Es la cura sobre la que le chillaba —respondió con calma—. De verdad,

tiene que llamar a alguien.

El puesto de mando del Ejército se encontraba en la oficina de ingresos, en la

planta baja del Centro Clínico. No había calefacción, de manera que todo el

mundo llevaba puesto el abrigo para protegerse del frío otoñal. Un teniente bien

afeitado y con el pelo rapado escuchó la historia de Jamie en un silencio

inquietante. Costaba dilucidar su estado de ánimo, porque Jamie no logró

convencerlo de que la mascarilla era innecesaria. A juzgar por sus ojos, a Jamie le

pareció que le interesaban más Emma y Kyra, que estaban sentadas a su lado

dando cuenta de un plato de galletas y sendas latas de refrescos.

Cuando Jamie terminó, el teniente Walker le expuso su opinión con tono

cansino.

—Verá, doctor Abbott, no hay manera de verificar ninguna parte de su

historia más allá de su nombre y su tarjeta del hospital. En los viejos tiempos, ya

saben, hace un mes, me hubiese bastado con hacer un par de llamadas o mirar en

Google para saber si era usted sincero. Ahora ¿qué se supone que debo hacer? —

Jamie no estaba seguro de que la pregunta fuese retórica, pero antes de que

ofreciese una sugerencia útil, Walker señaló los tubos de plástico de encima de la

mesa—. ¿Dice que esos polvos son una cura?

—Media cura. Mi esperanza es que la otra mitad esté aquí.

El soldado buscó inspiración entre los paneles acústicos de color beis del falso

techo.

—No creo que suponga usted una amenaza para mi misión, doctor Abbott.

No le juzgo por llevar armas en el coche. Hay muchos peligros ahí fuera.

—¿Cuál es su misión? —preguntó Jamie.

—Nos han encomendado proteger estas instalaciones. Aquí hay reservas de

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