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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Jamie decidió que era el momento de intentarlo con un concepto abstracto.

—¿Sois felices?

Se hizo el silencio hasta que Emma recordó algo que su padre le había

enseñado hacía un par de días.

—Yo… no… entien…

—Entiendo.

Ella repitió la palabra.

—¿No entiendes lo que quiere decir «feliz»?

Jamie la vio negar con la cabeza por el espejo retrovisor.

—¿Qué feliz?

—¿Qué es feliz? —la corrigió él—. Feliz es cuando te ríes. Ja, ja, ja.

Kyra repitió mecánicamente su pésima imitación de una risa y, al oírla,

Emma rio a carcajadas. Entonces se quedó muy callada.

—No feliz —dijo al fin.

—¿Por qué no eres feliz?

—Rommy —contestó, y se echó a llorar.

—Oh, cariño, estás triste.

—Yo estás triste.

—Pobrecito Rommy —dijo Jamie—. Pobre perro.

Emma sorbió por la nariz.

—Yo quiero a Rommy.

El sol asomó al fin entre las nubes y el resplandor despertó a Linda.

—¿Dónde estamos?

—Acabamos de cruzar el Hudson —dijo Jamie—. Estamos llegando a New

Jersey.

—¿Mucho movimiento en la carretera?

—Casi nada.

Linda se giró hacia el asiento trasero. Las chicas dormían, Kyra apoyada en el

hombro de Emma.

—¿Cómo estamos de gasolina?

—Habrá que llenar el depósito un par de veces para llegar a Indianápolis.

Este trasto consume bastante.

Evitaron abordar cualquier tema espinoso. Hablaron de las chicas, de la

comida, de parar para ir al baño. Ella se ofreció a sustituirle al volante y esta vez

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