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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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salían de su boca desde que se infectó.

Gretchen corrió hacia su hija y la abrazó. Edison echó la silla hacia atrás y se

acercó con paso tranquilo con la lámpara de queroseno en la mano.

—Vaya, vaya, esto es pero que muy interesante —le dijo a la mujer—. Por lo

visto, pueden volver a aprender cosas. Eso se lo ha copiado a mi Brittany. Me

parece que vas a tener que añadir otra tarea a tu lista de responsabilidades:

enseñar a mis chicos y a mi Delia a volver a hablar.

Un poco más tarde, estaban todos acostados. Edison roncaba a pierna suelta

en el sofá de la sala. Brittany y Cassie estaban acurrucadas en edredones en el

suelo. Mickey dormía fuera en una tienda, envuelto en un saco de dormir. Joe se

había acostado en el sofá cama del despacho de su padre, situado en la parte de

atrás de la casa, pero a medianoche empezó a sentirse inquieto y subió

sigilosamente las escaleras.

Enfocó su pequeña linterna hacia el interior del cuarto de las mujeres. Alyssa

era la que estaba más cerca de la puerta, tapada con una manta fina. Gretchen

dormía profundamente en un colchón al lado de Delia. La mujer de Craig, Trish,

estaba acostada cerca del lavabo. Pero era Alyssa la que le interesaba. Le tocó

suavemente el hombro desnudo y, cuando ella abrió los ojos y la boca al mismo

tiempo, le tapó la cara con la mano para asegurarse de que no gritaba. Iba

preparado. La silenció con un trapo en la boca y un buen trozo de cinta de

embalar. La joven pesaba más de lo que había esperado, pero Joe era fuerte y la

bajó por las escaleras sin demasiado problema.

Su padre estaba de pie en el pasillo. A la luz de la lámpara de queroseno, se la

veía aterrada.

—Ya me imaginaba yo que no andarías haciendo nada bueno —soltó Edison.

—No quería despertarte.

—¿Adónde piensas llevarla?

—A tu despacho. ¿Vas a impedírmelo?

—No, para nada. Fue idea mía, ¿recuerdas? Pero aquí no. No quiero que estas

cosas ocurran dentro de casa. No con tu madre y tu hermana aquí. Llévatela al

granero.

—¿Crees que pillaré el virus por… ya sabes?

—¿Es que tengo pinta de médico?

Joe se quedó paralizado, indeciso.

—Qué diablos —dijo su padre—. Si no lo has pillado ya, no creo que lo vayas

a pillar ahora por mojar un poco el churro.

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