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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Jamie y Linda empezaron a colaborar con espíritu solidario. Sin embargo, los

problemas no tardaron en surgir. Él no tenía nada en contra de tomarse unas

cervezas, pero por la mañana, después de la primera noche de Linda en su casa,

encontró seis latas vacías en el cubo de la basura. Jamie había supuesto que ella

querría permanecer alerta por si se producía alguna situación de emergencia, pero

había supuesto mal. No obstante, decidió dejarlo pasar de momento.

A la mañana siguiente, Linda se levantó antes que él. Ya había puesto la

cafetera.

—Siguen dormidas —dijo Jamie.

—Necesitamos un plan —fue la respuesta de ella.

Él asintió y puso en la tele un canal local. En la pantalla aparecía una imagen

fija.

—Esto no pinta bien —murmuró.

Cambió a una cadena por cable, la estuvo viendo un rato y luego pasó a otra.

Al cabo de unos minutos quitó el volumen. La tónica general era que no había

novedades. Ya no había reporteros destacados sobre el terreno, y los

presentadores y el personal técnico de los informativos eran cada vez más escasos.

En vez de noticias de última hora, se repetían una y otra vez reportajes de uno o

dos días atrás sobre un gobierno sin timón y sobre las movilizaciones de un

ejército y una Guardia Nacional cuyas filas estaban cada vez más diezmadas por

las deserciones.

—No sé si estamos abandonados a nuestra suerte —dijo Linda—, pero

tenemos que actuar como si lo estuviéramos.

Jamie no estaba seguro de qué pensar acerca de ese uso del plural. Tal vez no

fuera mala idea formar equipo, pero en ningún momento habían hablado

explícitamente del tema.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó él.

—Necesitamos comida, mucha comida, sobre todo alimentos no perecederos.

También agua embotellada, por si las autoridades municipales cortan el

suministro. Tenemos que conseguir pilas y velas, por si nos quedamos sin

electricidad. Y necesitamos también papel higiénico y cerveza. Espero que no te

moleste, pero he echado un vistazo a los armarios y a la despensa, y andas muy

corto de provisiones.

—Ya, bueno, siempre he sido un comprador pésimo. Por lo general solo

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