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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—No pienso entrar ahí. Si entramos, acabaremos muertos.

—Entonces hay que esperar aquí a ver qué pasa.

—Eso vale —dijo Boris—. Siempre y cuando tu novia se esté calladita.

Keisha se ofendió.

—No soy su novia ni la de nadie.

Shaun le explicó que Boris le tomaba el pelo, pero el comentario la irritó de

todas formas, así que se sentó, se apoyó en la pared y cruzó los brazos sobre el

pecho para demostrar su enfado.

K, Easy y los demás NK deslizaron los haces de sus linternas arriba y abajo por

los pasillos que se abrían desde el vestíbulo.

—¿Qué coño es este sitio, tío? —preguntó uno de los jóvenes.

—¿No sabes leer o qué? —le espetó Easy iluminando el rótulo—.

Laboratorios de Virología y Biología Molecular.

—Vale, genio —dijo el primero—, ¿y eso qué significa?

—¿Te crees que lo sé o que me importa una mierda? —replicó Easy.

—¿Qué buscamos? —saltó otro.

—Corriente, para empezar —respondió K—. Si hay corriente, podemos

cocinar y vivir en general como personas, en vez de como animales. Y a lo mejor

tienen reservas de comida por aquí. Quizá medicamentos que podamos utilizar o

intercambiar. Subamos al piso donde había luz y luego ya veremos.

K y sus cinco compañeros encontraron la escalera y empezaron a subir.

Había treinta laboratorios, varios almacenes, una sala de máquinas

expendedoras y un cuarto con fotocopiadoras en el pasillo de la tercera planta.

Por el momento, a K solo le interesaban las habitaciones que daban al

aparcamiento, porque en una de ellas había visto la luz; para ser más concretos,

las tres o cuatro ventanas a partir de la esquina noroeste del edificio. Susurró a

Easy que fuese probando las puertas a medida que avanzaban, y poco a poco

recorrieron el pasillo negro.

—¿Oyes algo ahora? —preguntó Rosenberg en voz baja.

—Nada —respondió Mandy.

Easy probó una puerta, luego otra y una tercera, sin suerte. Estaba a punto de

quejarse cuando K dio media vuelta y empuñó la pistola que llevaba en la cintura

al oír un golpe seco seguido de un tintineo. Uno de sus chicos había visto las

máquinas expendedoras y había metido dos dólares. El golpe seco lo había

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