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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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producido una chocolatina Mars al golpear la bandeja, y el tintineo, un par de

monedas de veinticinco centavos de cambio.

—¿Qué coño haces, tío? —preguntó K, algo más fuerte de lo que pretendía.

—Tengo hambre.

Mandy oyó las voces.

—¡Vienen! —susurró.

—He oído noticias mejores —replicó Rosenberg.

—¿Has cerrado con llave la puerta del laboratorio?

—No, ¿y tú?

—Mierda. Espera aquí.

Mandy abrió la puerta del despacho. A medio camino del laboratorio, el haz

de luz de la linterna de Easy le iluminó la cara.

—¡Oye, K! ¡Aquí hay una zorra!

Mandy se quedó paralizada y levantó las manos en señal de rendición.

K se apiñó en el pasillo con el resto de su banda, todos apuntándola con

armas y linternas.

—¿Quién coño eres? —preguntó imperioso.

Mandy estaba tan aterrorizada que le costaba mantenerse en pie y notó cómo

su última comida trepaba hacia la boca. Se sentía como una artista de circo

iluminada por una multitud de focos cegadores. En las sombras proyectadas por

las linternas distinguía pistolas.

—Soy la doctora Alexander.

—¿Qué haces aquí?

Le costaba articular palabras.

—Este es mi laboratorio.

—¿Tienes electricidad?

—No.

—He visto una luz.

—Una lámpara portátil. De pilas.

—Entonces ¿por qué estás aquí y no en tu casa?

—Trabajo.

—¿Estás sola?

—Sí.

K paseó la luz de la linterna por la habitación, haciendo una pausa al

alumbrar el camastro, la comida que había sobre los bancos y el microondas.

—¿Para qué quieres el microondas si no hay corriente?

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