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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Streeter los guio hacia la casa de Holland.

Morningside estaba en el salón, leyendo uno de los libros de su anfitrión.

Cruzó unos prudentes «¿Cómo habéis dormido?» con Jamie y Connie antes de

que Holland los llamara desde el comedor. El desayuno era sencillo: un tazón de

gachas, unas pasas y café instantáneo. Streeter se marchó sin decir adonde iba y

los dejó a solas con los Holland. Sin pedir permiso, Connie echó unas cucharadas

de gachas en un tazón aparte y lo llevó fuera para Arthur, que acudió corriendo a

su llamada y las devoró a grandes lametones. Cuando la señora Holland recogió

los tazones, volvió con un bizcocho que Connie reconoció como suyo. Streeter le

había limpiado la despensa y lo había cargado todo en el minibús la noche

anterior, junto con otros víveres de las casas de Dennis Cole y Pete Dyk.

La señora Holland debió de reparar en su cara de asombro e irritación.

—¿Este bizcocho era suyo? —le dijo a Connie—. Espero que no le importe.

—Lo hice yo. ¿Por qué iba a importarme comérmelo?

Jamie vio una oportunidad para dar algo que pensar a Holland.

—¿Cómo vais de víveres? Son muchas bocas que alimentar y el invierno está

a la vuelta de la esquina.

—Es un desafío —reconoció Holland—, pero creo que estaremos a la altura.

Es una de las muchas responsabilidades del señor Streeter, quizá la más

importante. Anda siempre en busca de provisiones, como ayer por la noche,

cuando llegó a su casa. Si de camino encuentra posibles reclutas, él decide si

cumplen nuestros criterios.

—¿Y si no, los mata? —preguntó Jamie.

Holland parecía horrorizado.

—¡No! Lo que sucedió anoche con ese joven fue algo fuera de lo normal.

Creo a Chuck cuando dice que lo hizo en defensa propia.

—Le mintió —aseguró Morningside—. Estaba a punto de ejecutarnos

también a nosotros cuando le dijimos que ellos eran médicos y yo era…, bueno,

quien soy.

—Creo que debieron de malinterpretar sus intenciones, señora presidenta —

repuso Holland.

—Quiero que deje de llamarme así —protestó ella—. Llámeme Gloria o no

me llame nada.

Holland se mostró contrariado.

—Como desee. Gloria. En cualquier caso, cambiemos de tema. Supongo que

querrán saber más de nuestro campamento. Los jóvenes pueden salir a jugar con

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