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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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A

la mañana siguiente, había una gruesa capa de escarcha sobre la hierba.

Fue lo segundo que apreció Jamie desde la ventana de su dormitorio.

Lo primero fue el lago. De alguna manera, en la oscuridad se le había pasado por

alto, pero en ese momento su placidez le ayudó a ahuyentar los pensamientos

lúgubres.

Las niñas dormían aovilladas en la otra cama. Kyra tenía el brazo enyesado.

Connie había examinado cómo evolucionaba la herida del otro brazo y le había

dicho a Jamie que, a primera vista, la extracción quirúrgica del fragmento de

cristal había sido un éxito. Él también llevaba enyesada la pierna izquierda, de

manera que procuró no hacer demasiado ruido sobre los tablones de madera

desnuda. Hacía frío en la habitación. Antes de salir al pasillo, cubrió a las niñas

con su manta para que estuvieran un poco más calientes. El olor del desayuno lo

atrajo al piso inferior.

Connie cocinaba en un hornillo de propano. Abajo hacía algo menos de frío,

pero aun así llevaba un abrigo. El perro observaba la sartén.

—Hay un lago —dijo Jamie a modo de saludo.

—El lago Junaluska —respondió ella—. Bonito, ¿eh?

—Sí, y tanto.

—¿Te duele mucho?

—Sí, mucho —contestó él.

La oyó reír por primera vez. Era una risa ronca.

—¿Cómo está? —preguntó Jamie señalando hacia el salón, donde

Morningside yacía en el sofá.

—Ha superado la noche. No tiene fiebre, la herida tiene buen aspecto, la

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