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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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apareció Joe, sin camiseta y con un pantalón de chándal caído por debajo de la

cintura.

—Todo lo bueno se acaba —dijo Edison—. Dale de comer a esa como se

llame y enciérrala en mi despacho con su cuñada.

—Se llama Alyssa.

—¿Aún no te has cansado de ella?

—Todavía le quedan unos cuantos viajes —replicó Joe con una sonrisilla.

—Muy bien. Yo prepararé el autobús. Tú ve a comprobar que tu madre y los

chicos están bien. Y que Gretchen Mellon no se entere por nada del mundo de

que te estás tirando a su hija. Necesitamos que cuide bien de los nuestros.

Edison detuvo el autobús del pastor Snider ante las verjas de hierro que

bloqueaban el acceso a la finca de Ed Villa. En uno de los postes laterales había

una cámara y un altavoz, orientados hacia el lado del conductor. El vehículo

estaba encarado hacia el este y el bajo sol matinal se reflejaba en el parabrisas,

impidiendo ver el interior. Edison había contado con eso.

Joe estaba acuclillado junto al asiento del conductor.

—¿Crees que la cámara funcionará con el generador?

—Pronto lo averiguaremos —dijo Edison.

Unos segundos después obtuvieron la respuesta.

El altavoz crepitó.

—¿Es usted, pastor Snider?

—Bingo —susurró Edison—. Rápido, hagamos el cambio.

Habían colgado al pastor Snider en el cobertizo de secado con las demás

carcasas. Totalmente desangrado, ya no era más que una pieza blanquecina de

carne. Su cuerpo estaba totalmente agujereado tras las prácticas de tiro, pero la

cabeza aún se conservaba bastante bien. Sentado en el asiento del conductor tipo

butaca, tenía pinta de estar vivito y coleando.

Edison bajó la ventanilla tintada hasta la mitad.

—Sí, soy yo, Ed. ¿Me dejas entrar?

Se imaginó a Villa allá arriba en su cocina o donde fuera, con los ojos

entornados mirando el pequeño monitor y con su cara convertida en un signo de

interrogación.

—¿En qué puedo ayudarlo, pastor?

Edison trató de suavizar la voz, cuyo deje era más nasal que el de Snider.

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