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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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tubo en el punto donde le cruzaba la barbilla y ella puso el suyo, mientras él lo

cosía a su cuero cabelludo. Cuando vio que estaba bien sujeto, cubrió la zona con

gasas y le vendó la cabeza.

Se quitó los guantes y se desplomó en una silla. Había vencido al cansancio a

base de subidones de adrenalina, pero la batalla había terminado y la fatiga había

ganado. Estaba mareado; los músculos le flaqueaban.

Edison corrió hacia la cama.

—¿Por qué sigue sin moverse ni hablar?

—Era un hematoma muy grande —dijo Jamie—. Creo que ha ido bien, pero

no lo sabremos hasta al cabo de un tiempo.

—¿Cuánto tiempo?

—Será cuestión de horas, o incluso días, no de minutos. Pero debo advertirle

que el cerebro sufría mucha presión. No puedo descartar que haya secuelas. No

queda más remedio que esperar y observar.

Edison se calmó lo suficiente para mostrarles un mínimo de hospitalidad.

Después de ordenarles a las dos ayudantes de Gretchen en la cocina, Mary Lou y

Ruth, que preparasen una cena tardía, se sentó a la mesa y ofició de anfitrión para

Jamie, Linda y sus dos hijas. Jamie habría preferido dormir, pero tenía hambre y

curiosidad. Las dos ayudantes que salían de vez en cuando de la cocina parecían

más agotadas, si cabe, que el grupo de Jamie. Es más, parecían aterrorizadas, y

Mary Lou era incapaz de ocultar su aflicción, pues no paraba de secarse las

lágrimas y de vez en cuando se le escapa un sollozo entrecortado. En un

momento dado, Edison se enfadó y le ordenó que volviera a la cocina,

mascullando que estaba harto de sus numeritos. Entretanto, Joe Edison irradiaba

unas vibraciones malsanas: recostado con suficiencia contra el respaldo de la silla,

lanzaba miradas lascivas a Emma y a Kyra, que se abalanzaron sobre la comida en

cuanto les pusieron los boles delante.

—Tienen buen apetito —comentó con una sonrisilla.

Edison, sentado a la cabecera con la espalda recta y aires de patriarca, bendijo

la mesa, a pesar de que Emma y Kyra ya tenían la boca llena.

—¿Tienen algo de beber por aquí? —preguntó Linda.

—Estamos bien surtidos —respondió Edison—. ¿Qué le apetece?

—Vodka, si es posible, pero me va bien cualquier cosa.

—Joe, saca una botella para la señora.

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