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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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metanfetamina, pastillas, heroína y todo tipo de drogas, y controlaban buena

parte del barrio.

Encontró a los miembros de su pandilla haraganeando, fumando hierba,

bebiendo licor de malta caliente y hablando de chorradas.

—¿Qué pasa? —preguntó K bajándose la bandana.

Su lugarteniente, Easy, se rascó la cabeza a través del pañuelo rojo.

—Nada. ¿Has visto algo ahí fuera?

—El barrio está desierto. Nadie sale de casa.

Easy le ofreció su porro.

—¿Una calada?

K rechazó su ofrecimiento y fue a la cocina a hacer inventario. Habían

arrasado con la comida como langostas.

—Los armarios están vacíos —dijo cuando volvió a la sala—. Hora de salir

de caza.

Todos se levantaron de golpe y enfundaron las semiautomáticas en las

pistoleras. Unos días antes se habían agenciado una caja grande de mascarillas

tipo copa en una farmacia saqueada y cada miembro de la banda había

customizado la suya dibujándole labios, colmillos, fosas nasales o la firma de los

NK. Completaron su nuevo atuendo levantándose la capucha de sus sudaderas. K

prefería una bandana: le hacía sentirse como el forajido que era.

Los NK se movían de casa en casa de forma lenta, deliberada, con aire

vacilón. Cuando se fue la electricidad, cuando las casas empezaron a arder y nadie

acudía a apagar los incendios, K les dijo que ahora estaban en el escalafón más

alto del reino animal, que eran los leones de la jungla. La policía había quedado

fuera de juego. Seguro que habría otras bandas en la zona este, pero imaginaba

que la epidemia también las habría diezmado. Ninguna sería más fuerte y

poderosa que los NK. «Ahora somos la ley —les dijo a sus hombres—. Si queréis

algo, lo cogéis. Si queréis una zorra, os la tiráis. Y si queréis cargaros a alguien,

siempre que yo dé el visto bueno, os lo cargáis».

Ya habían saqueado la mayor parte de las casas más prósperas del barrio, así

que habían tenido que ampliar su radio de acción llenando sacos de lavandería

con comida y bebida que se cargaban a los hombros como si fueran estrafalarios

Papás Noel. Trabajaban muy rápido cuando las casas estaban vacías. Las

habitadas les llevaban más tiempo. Según como estaban de humor, apartaban a

los infectados por la fuerza o los encerraban en un cuarto, pero si alguno

mostraba la más mínima agresividad, lo despachaban en el acto. K no quería que

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