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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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E

n la frontera entre la vigilia y el sueño hay un momento en que resulta

imposible separar los sueños de la realidad, y en el instante de despertar,

Jamie escogió creer que todo iba bien, que a Carrie no le pasaba nada. Pero en

cuanto sus pies tocaron el suelo, ese momento pasó. Se aseó un poco, se metió el

móvil en el bolsillo de la bata y se colgó el estetoscopio alrededor del cuello.

No estaba preparado para lo que vio en el pasillo.

Una de las enfermeras yacía en el suelo, acurrucada en posición fetal. Una

joven flebotomista, que se había visto atrapada en la cuarentena mientras le

extraía sangre a un paciente en urgencias, estaba de cara a la pared, desnuda de

cintura para abajo, con la ropa arrebujada en torno a los tobillos. Tenía una tos

seca muy fea. Cuando Jamie se dirigía hacia ella, vio aparecer por la esquina del

pasillo a Dave Soulandros, con el pene erecto asomando por la bragueta abierta.

Agarró a la flebotomista y empezó a embestirla por detrás.

—¡Eh! ¿Qué estás haciendo? —le gritó Jamie.

Se abalanzó sobre él y lo apartó de la joven, pero Dave empezó a gruñir y a

lanzarle puñetazos.

—¡Para! —le ordenó—. ¡Basta ya!

Uno de los golpes impactó con fuerza en su hombro y Jamie reaccionó con

un violento empujón a dos manos que envió a Dave contra la pared. Soulandros

perdió el equilibrio y cayó de culo en el suelo, donde de repente pareció mostrar

un súbito interés por su pene y comenzó a masturbarse.

Jamie le dio la espalda, le subió las bragas y los pantalones a la flebotomista e

hizo que se diera la vuelta. Parecía asustada y perdida. Su nombre estaba en la

placa identificativa del hospital. La joven volvió a toser y Jamie notó cómo le

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