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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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E

dison pensaba que no había comparación.

El complejo de la familia Villa era superior a su granja en casi todos los

aspectos. La espaciosa casa principal tenía seis dormitorios y un mobiliario de

lujo. Era, con diferencia, la mejor casa que Edison había visto en su vida. Y lo

mejor de todo era que contaba con un refugio de supervivencia en el sótano, lleno

de estanterías cargadas de bidones de plástico con semillas, judías secas, cereales,

lentejas, guisantes, platos preparados y envasados al vacío, agua, café, leche en

polvo y condensada, manteca de cacahuete, aceite para cocinar, azúcar, miel,

mermeladas y jaleas, queso, mantequilla en polvo y fruta seca y enlatada. Había

comida suficiente para que treinta personas vivieran un año, calculó Edison a ojo.

Además, el edificio disponía de generador eléctrico, un Generac enorme con

tanque de propano de mil quinientos litros enterrado en la parte de atrás.

Las casas más pequeñas tampoco estaban nada mal. Cada una contaba con

tres dormitorios, una despensa llena y un generador más pequeño. También había

numerosos graneros y otras construcciones, como por ejemplo una cuadra con

capacidad para cuatro caballos de silla y heno en abundancia.

La guinda del pastel fue lo último que encontraron. Se volvieron medio locos

de tanto buscar, porque sabían que estaba ahí, en alguna parte. Fue Mickey quien

lo descubrió, para sorpresa de Edison, porque pensaba que el muchacho era más

tonto que un zapato.

Los milicianos ya se habían vuelto a subir al autobús mientras que Edison y

Joe estaban en la cocina sorteando cadáveres cuando oyeron los gritos apagados

de Mickey, procedentes del sótano.

—¡Eh! ¡La he encontrado! ¡La he encontrado!

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