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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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malo su filosofía moral?

—Probablemente nada —respondió Holland—, pero no estamos cualificados

para enseñar esa filosofía. Quizá haya gente en Asia que, como nosotros, se sienta

motivada para ayudar a los enfermos de su región y reprogramarlos para que se

conviertan en la mejor versión de sí mismos. Bien por ellos. Nosotros solo

podemos hacer lo que está en nuestra mano. Así pues, volcamos nuestra energía

en educar a Valerie basándonos en las sencillas y elegantes lecciones del

Evangelio y de la Constitución, nuestro par de pilares fundacionales. Los

resultados son prometedores. Valerie se está convirtiendo en una versión nueva,

limpia y maravillosa de sí misma, libre de las cadenas de una vida de degradación

y hábitos pecaminosos. Ya la conocerán, y podrán juzgar por ustedes mismos.

—Entonces pensamos —prosiguió su mujer—: si podemos enseñar a una

persona, podemos enseñar a dos. Si a dos, a un centenar. Si a un centenar, a un

millar. Podemos formar a profesores que viajen a los cuatro confines del país y

que, como Johnny Appleseed con los manzanos, extiendan nuestro plan de

estudios de Mentes Limpias a…, bueno, millones de supervivientes. Sí, ¿por qué

no? Millones.

—Y llegado el momento —dijo Holland—, Dios mediante, habremos

construido desde cero una sociedad nueva y moral, una sociedad americana

acorde con la que tenían en mente nuestros padres fundadores y que nunca se

materializó, malograda por las influencias externas, malsanas y corruptoras.

La señora Holland cogió el relevo.

—Y lo hermoso de nuestro plan es que, sin internet, televisión, películas ni

revistas que infecten los cerebros de porquería, nuestras enseñanzas no tendrán

que vencer a las seducciones del pecado. La serpiente no tendrá ocasión de

emponzoñar a Eva.

Holland se inclinó hacia Morningside, claramente encantado de poder

vender su gran proyecto a una invitada ilustre.

—No obstante, el problema de nuestra visión es que mi esposa y yo somos

buenos con la cabeza, pero no con las manos. No sabíamos cómo organizamos

para hacer todo lo necesario para encontrar reclutas y mantenerlos sanos y

alimentados. Ahí fue donde entró el hermano de Melissa. Chuck Streeter es un

hombre imperfecto, pero es un hombre de acción. Poseía las habilidades de

supervivencia que precisábamos y, al igual que nosotros, era inmune al virus. No

tardó en aceptar nuestra propuesta.

»Es más, tenía una red de compañeros no infectados que también eran

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