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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Sé que no te cae muy bien. No es ninguna lumbrera, pero ni mismo lo

dijiste: necesitamos ayuda en la granja. Y yo sabré mantenerlo a raya.

Edison aceptó con un gruñido y Joe selló el trato. Le dijo a su amigo que, si

cargaban toda su comida en la camioneta, podía irse con ellos. Mickey estaba

eufórico; puede que fuera el día más feliz de toda su vida.

El alcalde Mellon vivía a una manzana de allí, enfrente de la funeraria, que

también era de su propiedad. Ser edil de un pueblo pequeño no suponía gran

cosa, pero el alcalde de Dillingham le sacó el máximo partido. El apellido Mellon

era como la realeza del oeste de Pennsylvania. Los Mellon eran los herederos de

una célebre dinastía decimonónica de banqueros y filántropos de Pittsburgh, algo

que el alcalde había sabido capitalizar con astucia, a pesar de que su familia

procedía de Indiana y no compartía ni un solo átomo del ADN con ellos.

Cuando la gente acudía al Community Trust Bank y le preguntaba si era uno de

los Mellon de Pittsburgh, él siempre respondía con una amplia sonrisa que ni lo

confirmaba ni lo negaba.

No era un hombre acaudalado según los patrones convencionales, pero para

los estándares de Dillingham era más rico que Creso. Amasó su fortuna

ejecutando préstamos dudosos avalados mediante propiedades, que luego le

compraba al banco a precios tirados como bienes adjudicados. Después vendía las

propiedades por su valor real en el mercado inmobiliario o las arrendaba.

Algunos se habían quejado de sus prácticas, pero Mellon tenía en el bolsillo tanto

al jefe de policía como a los supervisores municipales. También era el diácono y

principal benefactor de la iglesia de la Alegría Celestial, así que tenía todas las

bases cubiertas en el pueblo. Edison lo había venerado desde que era apenas un

chaval. Por eso aún le escocía más haber sido expulsado de su templo solo unos

meses atrás, en mayo.

El motivo de la disputa había sido un bebé.

Randy Scott (el primo del alcalde que regentaba el colmado) y su esposa

llevaban años intentando tener descendencia, y al ver que no podían engendrar

por medios naturales, habían decidido adoptar una niña guatemalteca. Edison

nunca había prestado la menor atención a la vida privada de Scott y su esposa,

hasta que un domingo llevaron a la criatura a la iglesia para que el pastor Snider

la rebautizara, ya que suponían que había nacido en el seno del catolicismo. La

familia Edison estaba sentada en su lugar de siempre, en la tercera hilera de

bancos, cuando Blair echó un vistazo hacia la pila bautismal y vio que la piel de la

niña era tan oscura como la de una avellana.

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