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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Creo que tiene hambre —señaló Gretchen—. Ven aquí, cariño. Siéntate.

Jamie le contó a Gretchen que Joe y Mickey estaban muertos. Ella cerró los

ojos y dio gracias a Dios.

—En una de las casas que están cerca del granero hay varias jóvenes, todas a

salvo. Seguro que tu hija y tu nuera se encuentran entre ellas.

—¿Y mi hijo, Ryan? ¿Lo has visto?

—Lo de Clarkson ha sido una masacre. Los de la ciudad se han defendido.

No sé qué habrá sido de Ryan.

A Gretchen no le quedaban lágrimas. Repartió rebanadas del pan que había

horneado para mojar en las sobras del chili.

Jamie subió a la primera planta. El médico que llevaba dentro le obligó a

hacerle un último reconocimiento a Brittany. Comprobó la fuerza de su brazo y

de su pierna y le dijo que estaba mejorando mucho.

—Ya no te veré más —añadió.

—¿Por qué?

—Tengo que ir a ver a una amiga.

—Te echaré de menos —repuso la niña.

Jamie llevó a Kyra a la planta baja. En cuanto la vio, Emma se levantó de un

salto para abrazarla. Las dos niñas se achucharon un buen rato.

—Nos vamos ya —le dijo Jamie a Gretchen—. ¿Qué vas a hacer tú?

—Este es mi pueblo. No pienso irme a ninguna parte.

Jamie encontró las llaves del coche y llenó el Volvo de bidones de gasolina

gracias a las reservas de Ed Villa.

Con Emma y Kyra sentadas muy juntas en el asiento de atrás y el fusil de

Linda a mano en el asiento del copiloto, Jamie salió de Dillingham a toda

velocidad. Llevaba las manos aferradas al volante y no las relajó hasta que, en la

A-80, vio una señal que ponía: INDIANÁPOLIS — 640 KILÓMETROS. Para

entonces, las tenía tan agarrotadas y engarfiadas que tuvo que estirar los dedos

uno por uno.

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