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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Jamie veía en cada momento una oportunidad de aprendizaje. Emma

aprendía palabras nuevas todos los días; el lenguaje se convertiría en su vía de

entrada para recuperar la conciencia de quién era y de cómo era el mundo. Linda

no compartía su sensación de urgencia, pero él no iba a consentir que Kyra se

quedara atrás. Jamie no conocía a la Kyra de antes tan bien como a su hija.

Cuando iba a su casa a pasar la noche, Emma solía arrastrarla a su cuarto antes

de que él pudiera intercambiar con ella poco más que un saludo de rigor. A veces

se la encontraba en la cocina cuando Emma la enviaba a buscar algo de picar. En

esas ocasiones Kyra hacía gala de una cortesía envarada, sin mostrar el menor

interés por él. Su típica conversación solía ser:

JAMIE: ¿Qué tal la noche, Kyra?

KYRA: Bien, doctor Abbott.

JAMIE: ¿Qué hacéis?

KYRA: No mucho, la verdad.

JAMIE: ¿Tenéis muchos deberes?

KYRA: Ya sabe, como siempre. Emma me ha pedido que suba el hummus y

unos palitos de zanahoria. ¿Puedo cogerlos?

JAMIE: Adelante, sírvete tú misma.

La Kyra que no podía evitar escuchar a través de la puerta del cuarto de

Emma era una persona muy distinta: una adolescente vocinglera y vulgar, que

transmitía unas vibraciones de chica mala muy parecidas a las de su hija.

Ahora, sentadas en el asiento trasero, las dos acariciaban tranquilamente al

perro. Jamie ajustó el espejo retrovisor para verlas mejor. La enfermedad había

suavizado sus facciones y se las veía más jóvenes. El hecho de no llevar todo

aquel maquillaje también ayudaba. Parecían unas criaturas dulces y encantadoras,

dos ángeles inocentes que habían perdido sus alas al caer desde las alturas.

Un coche los adelantó a toda velocidad. La conductora llevaba una

mascarilla; los pasajeros, la cara descubierta. ¿Sería ella la única que no estaba

enferma? Parecía conducir con mucha determinación. ¿Acaso tendría algún plan?

En el parachoques trasero llevaba una pegatina de «Obama, presidente».

—Veo un coche rojo —les dijo Jamie a las chicas.

Últimamente les había estado enseñando los colores.

—Veo un coche rojo —repitió Emma.

—¿Ves un coche rojo, Kyra?

—Veo un coche rojo —contestó ella.

Más adelante apareció un gran cartel de señalización sobre la autopista.

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