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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Confiemos en que el Gobierno y el Ejército, o lo que quede de ellos,

empiecen cuanto antes a distribuir alimentos.

—¿Y si no pueden hacerlo?

—No sé qué decirte, Jeff. Ya lo veremos cuando llegue el momento.

En mejores circunstancias, el laboratorio de Mandy era el lugar más feliz de su

universo. Los jefes de laboratorio suelen ser unos autócratas en potencia, pero sus

técnicos y posgraduados la consideraban una jefa maravillosa. Nunca perdía los

estribos y hacía que todos se sintieran parte integral del equipo. Su éxito era

también el de ellos. A juzgar por los metros cuadrados, no era un espacio muy

grande. Cuando estaban todos trabajando, parecía la cocina de un restaurante,

con gente que iba de acá para allá sin llegar a chocar en una estudiada

coreografía. Sin embargo, ahora que estaba sola, parecía casi una caverna.

Acercó un taburete a su cabina de bioseguridad y se dispuso a iniciar lo que

sería un experimento de varios días a fin de explorar el efecto de la combinación

de diversos antivirales sobre la viabilidad del virus del SAF. Ya había demostrado

que, por separado, los medicamentos habituales no conseguían acabar con el

virus. Los nuevos experimentos serían tediosos y, al trabajar sola, requerirían

mucho tiempo. Empezó a preparar laboriosamente soluciones amortiguadoras,

placas de medios de cultivo y diluciones de agentes antivirales para llenar docenas

de microplacas de noventa y seis pocillos. No sabía si los medicamentos serían

terapéuticos, pero, para ella, el trabajo sin duda lo era. Mientras estaba enfrascada

en la labor, pasaban preciosos fragmentos de tiempo en los que no pensaba en

Derek ni en toda aquella película de terror que la rodeaba.

Ya estaba bien avanzada la tarde cuando sonó el móvil de Derek y la devolvió

a la realidad. No reconoció el número.

—Soy Stanley.

—Perdone, ¿quién?

—¿Stanley Rosenberg? ¿Tu vecino? Tú me diste este número. No te molesta

que te llame, ¿verdad?

Mandy se disculpó y le dijo que se le había ido el santo al cielo con tanto

trabajo.

—Sé que estás muy ocupada con tareas de gran importancia, pero quería

saber a qué hora volverás a casa esta noche.

—No estoy segura de que vuelva. ¿Estás bien?

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