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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Morningside rezaba en voz alta.

—¡Baja el morro! ¡Mantén la velocidad de planeo!

—¿Dónde está la montaña? ¿¡Dónde está la condenada montaña!?

—Vamos bien. La elevación del valle es de dos mil quinientos.

—¡Pasajeros, apriétense los cinturones! ¡Prepárense para el impacto en un

minuto!

A Jamie se le revolvía el estómago con tanto giro. Se estiró para ponerles el

cinturón a Emma y a Kyra. Les dijo que las quería, para que lo oyeran antes de

estrellarse. Morningside dejó de rezar, por lo menos en voz alta, y se hizo el

silencio en la cabina, salvo por el zumbido del rotor principal, que giraba libre en

la oscuridad.

De repente, saltó una sirena ensordecedora en la cabina y una voz automática

anunció: «Terreno. Terreno. Terreno».

El sonido del impacto fue espantoso: crujido de metal, cristales rotos,

chillidos que helaban la sangre.

Todo estaba de lado. El cinturón le impidió salir despedido hacia delante.

Algo le salpicó la cara y se le metió en la boca. Sabía como a cobre, como a

sangre.

Entones sintió el peor dolor que hubiera sufrido en su vida, y en ese

momento, por suerte para él, quedó inconsciente.

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