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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Su hija y Kyra estaban atrapadas en medio de un escalofriante círculo

formado por cinco perros que ladraban enseñando sus fauces. Lo único que los

mantenía a raya era el pequeño Romulus, que los ahuyentaba con sus gañidos y

gruñidos cada vez que intentaban acercarse a ellas.

Las piernas de Jamie flaquearon de puro terror. El perro más grande se

percató de su presencia y lanzó una andanada de furiosos ladridos en su

dirección. Estaba a unos cinco metros y la visibilidad era escasa, pero Jamie

vislumbró sus formidables dientes, que sobresalían del labio superior retraído.

Entonces disparó al cielo oscuro y de pronto todo quedó en silencio.

Pero solo un segundo o dos.

La detonación hizo que el perro alfa se pusiera como loco.

Se abalanzó hacia Emma, pero Romulus se interpuso en su camino e

interceptó el ataque. El resto de la jauría comenzó a ladrar aún más

frenéticamente, como si fueran espectadores de un combate y jalearan a los

contendientes.

Jamie les gritó a las chicas que corrieran, pero estaban petrificadas como

estatuas. Salió disparado hacia ellas agitando los brazos y vociferando, mientras

Romulus y la bestia rodaban por el suelo convertidos en un furioso torbellino de

pelo y carne.

Mientras corría, Jamie creyó oír la palabra «Dispara», pero en medio de la

algarabía de ladridos y gruñidos no podía estar seguro.

En ese momento sonó un disparo a su espalda, y uno de los perros se

desplomó. Otra detonación, y el segundo animal también cayó. Los otros cuatro

salieron huyendo hacia las pistas de tenis, y entonces lo único que se oyó fue la

lluvia incesante y el llanto de las chicas.

Jamie reanudó su carrera, pero se giró al oír los gritos coléricos de Linda, que

se acercaba corriendo a toda velocidad y blandiendo el AR-15 con ambas manos.

—¿Por qué cojones no has disparado? ¡Podrían haberlas destrozado! ¿Qué

coño pasa contigo?

—No quería darles a ellas —murmuró—. Ni a mi perro.

Cuando por fin llegó junto a Emma y Kyra, las abrazó y dejó que lloraran

sobre su hombro.

—¡Rommy! —chilló Emma señalándolo.

Jamie se acercó al perro y se arrodilló en medio de un charco de sangre para

desenredar los cuerpos enmarañados de los animales muertos. Uno de los

disparos de Linda había atravesado a ambos.

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