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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Los datos eran abrumadores.

—Estoy llegando a casa. Voy a tener que colgar —fue lo único que pudo

decir Jamie.

—Muy bien. Mire, no sé cuándo podremos volver a hablar. El personal de mi

equipo está cayendo enfermo o prefiere quedarse en casa con su familia. La

recopilación de datos sobre el terreno llega cada vez más con cuentagotas. Sé que

nuestra gente de virología trabaja sin cesar en sus laboratorios haciendo cultivos

del virus con la doctora Alexander, pero, por lo que me han dicho, esta mañana la

doctora no contesta a las llamadas. ¿Sabe si se encuentra bien?

Otro puñetazo en el estómago.

—Hoy no he hablado con ella.

—Bueno, parece que esto se está yendo al garete.

—¿Es el término científico?

—Ahora sí. Buena suerte, doctor Abbott. Buena suerte para todos.

Trece años atrás, Jamie había recorrido el mismo trecho, breve y aterrador, desde

el camino de entrada hasta la puerta principal. Trece años atrás, se había visto

obligado a buscar las palabras para contarle a su hijita de dos años lo ocurrido.

No iba a decirle que su mamá estaba en el cielo ni que ahora se convertiría en su

ángel de la guarda, porque ni Carolyn ni él eran religiosos. Simplemente le dijo

que su mamá no regresaría del hospital. Mientras la au pair sollozaba, Emma

levantó la vista de su cuaderno de colorear y le preguntó si había muerto. Cuando

Jamie respondió que sí y se echó a llorar, la niña le dijo que no estuviera triste.

«Todo irá bien, papá», añadió con dulzura. ¿Cuántas veces se había preguntado

Jamie qué había sido de aquella niñita adorable? Ahora daría su brazo derecho

por encontrar al otro lado de la puerta a una adolescente insolente y sarcástica.

Se quitó la bata de doctor, la dejó caer al suelo y anunció su llegada con un

tentativo «Hola».

Linda Milbane bajó las escaleras. No llevaba mascarilla.

—Las tengo arriba —dijo a modo de saludo.

Linda era mayor que él, de unos cincuenta años, y su aspecto era un tanto

descuidado, con el pelo corto y sin apenas maquillaje. Siempre la había visto con

el tipo de ropa práctica —pantalones, polo y americana— que imaginaba que

llevaban los inspectores de policía. Era probable que hubiera sido bastante

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