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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Los músicos habían dejado un atlas encuadernado en espiral del este de

Estados Unidos en el asiento de atrás. Linda lo leía a la luz de la linterna.

—Si seguimos por esta carretera, atravesaremos Dillingham y llegaremos a

Clarkson, que es donde está el hospital. Creo que estamos a unos doce

kilómetros.

Los faros alumbraron una señal.

BIENVENIDOS A DILLINGHAM, POBLACIÓN:

729 PERSONAS

—Vale, enseguida llegamos —dijo Jamie.

Al cabo de apenas un kilómetro, le pareció ver algo delante.

—¿Eso no es una luz?

La carretera trazó otra curva y Linda dijo que no veía nada. Al volver a girar

en la dirección opuesta, ambos lo distinguieron. Tres luces o más que parecían

flotar justo delante.

—¿Qué es eso? —preguntó Jamie.

Linda respondió quitando el seguro al fusil con un chasquido, a la vez que

bajaba la Glock del salpicadero a su regazo.

—Solo me quedan seis balas en el fusil —anunció— y diez en la Glock.

—Nadie dice que eso vaya a ser un problema.

—Tampoco que no lo vaya a ser.

Cuando se acercaron, quedó claro que las luces no levitaban. Eran linternas

colgadas de las ventanillas de un autobús escolar amarillo, aparcado en

perpendicular a la carretera. Jamie frenó hasta casi detenerse.

—¿Hay alguna otra manera de llegar al hospital? ¿Reculamos? —preguntó

Jamie.

—No veo ninguna.

—¿Qué piensas?

Linda miró a Kyra antes de responder.

—La primera opción es intentar que nos dejen pasar por las buenas.

—¿Y la segunda?

—Disparamos a esos cabrones.

A Jamie no le entusiasmaba la segunda opción.

—Déjame hablar a mí.

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