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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Tal como lo veía Edison, no había tiempo que perder. El mundo estaba

cambiando muy deprisa. La gran mayoría había sucumbido al virus, pero había

otros que no. Supuso que en todas partes se estarían formando alianzas entre los

no infectados. ¿Qué posibilidades había de que él fuera el único que pensaba

estratégicamente a largo plazo? Pennsylvania era un estado muy grande. El

Medio Oeste era una región muy grande. Estados Unidos era un país muy

grande. En su opinión, él tenía las destrezas y aptitudes que importaban en ese

momento. Sin electricidad, los electricistas se habrían quedado sin trabajo. Los

banqueros y los abogados también. Y los políticos. Él tenía las destrezas que un

hombre necesitaba para sobrevivir y prosperar. Sabía cazar y pescar, despiezar una

carcasa, cultivar la tierra. Sabía organizar a la gente.

Y su interpretación de la Biblia era mejor que la de todos esos predicadores

blandengues que conocía. Sí, sentía afinidad hacia un Dios misericordioso, pero

también comulgaba con la idea de un Dios vengativo. Siempre había tenido sus

propias teorías acerca de cómo habría que gobernar el país. Estaba harto de tanta

diversidad e inclusión y aceptación de todos esos desviados y seres inferiores.

Ahora tenía la oportunidad de hacer algo al respecto, de empezar la

reconstrucción de una sociedad mejor y moralmente más justa. En medio del

caos y la muerte, nunca se había sentido más vivo.

Su epifanía se produjo cuando oyó a la pequeña Cassie pronunciar sus

primeras palabras: «Muñeca mía».

Podían aprender. Se les podía enseñar.

Pero Edison no estaba interesado en enseñarles a ser como habían sido.

Quería enseñarles a ser como él quería que fueran.

Sin embargo, no podía hacerlo solo. Siempre había pensado que Brian sería

quien heredara la granja, pero todo eso se fue al traste el día que se infectó.

Enfermo o no, Brian había sido su hijo. Si pudiera volver atrás, no le habría

destrozado el cráneo, pero verle de aquel modo, violando a su propia madre,

había sido superior a sus fuerzas. Ahora el peso recaía sobre los hombros de Joe.

Edison conocía sus defectos: era un muchacho demasiado temperamental; más

parecido a él que Brian. «Tengo un heredero y varios de repuesto», solía decir

Edison con orgullo. Ahora su heredero era el primero de esos repuestos.

Edison llamó a los chicos nuevos su milicia, y al granero, su campo de

adiestramiento. Nunca había estado en el Ejército, pero había visto suficientes

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