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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Antes de que Jamie se lanzara bajo el autocar escolar, oyó gritar a Edison:

—¡Es una puta emboscada!

Los milicianos se quedaron donde estaban. Se les veía especialmente

perdidos, como si esperaran unas órdenes de papá que nunca llegarían. Uno de

los reclutas más nuevos, un chico que llevaba al hombro una pala de mango largo

y que parecía fascinado por los fogonazos que emitían las armas de los atacantes

desde las alturas, señaló hacia la torre del reloj y se llevó un balazo en el pecho.

Jacob Snider fue uno de los pocos que reaccionó con agresividad. Edison habría

estado orgulloso si hubiera visto lo que hizo antes de que lo acribillaran y

abatieran. El chico había emitido un alarido monosilábico inconexo y había

arrancado a correr como una furia hacia la oficina del sheriff, con el fusil en alto,

dispuesto a matar hombres malos.

Jamie estaba boca abajo sobre el asfalto cuando notó que alguien se apretaba

contra él.

—¡Deja sitio, cojones! —gritó Joe.

—¿¡Qué está pasando!? —preguntó Jamie, también a gritos.

—Deben de haber imaginado que volveríamos. Esos cabrones saben lo que

hacen.

Desde su incómodo escondrijo, Jamie vio desplomarse a los muchachos de

Edison entre gritos, gemidos y estertores agónicos. Una confluencia de arroyos de

sangre desaguaba por una alcantarilla situada bajo el autocar.

—¡Joe! ¡Joe! ¿Dónde estás?

La voz de Edison sonaba cerca.

—¿Papá? ¿Dónde estás?

—¡En el todoterreno del sheriff! ¡Debajo! ¡Tienes que cubrirme!

Joe soltó una retahila de maldiciones y reptó hacia fuera. Jamie se quedó solo.

Al cabo de unos segundos, oyó que lo llamaban. Era una voz ronca de mujer.

—Ayúdame. Detrás del autobús.

Jamie giró la cabeza y vio a Linda sentada en el suelo, entre el autobús escolar

y la camioneta de Mickey. Se arrastró hacia atrás y estuvo a punto de quedarse

enganchado en el eje de transmisión. Cuando llegó junto a Linda, vio que se

agarraba la barriga. De entre sus dedos entrelazados caían regueros de sangre.

—Ayúdame —dijo con la voz cascada.

Jamie le levantó la sudadera. La herida de bala estaba cerca del ombligo. Oyó

hacerse añicos una de las ventanillas del autocar escolar.

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