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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Neurólogo.

—Doblemente excelente. Podrá documentar mi estado mental

posinoculación.

—¿Cuándo tenía previsto inyectarse?

—Ahora mismo.

Había llegado el momento de que Jamie metiera baza en la conversación.

—Mire, le ayudaré con mucho gusto, pero antes me gustaría que me ayudara

usted… por si acaso, más que nada.

—Por si acaso la vacuna me jode el cerebro.

—Algo así.

—De acuerdo, doctor Abbott. Me ha escuchado usted con mucha educación

mientras parloteaba. Hábleme de su supuesta cura.

Jamie le expuso los hechos, empezando por su propio papel en el desastroso

estudio de Baltimore. Le dio a Bigelow un curso intensivo acelerado sobre la

biología de la memoria, sobre cómo las moléculas CREB anormales bloqueaban

la recuperación de recuerdos a largo plazo y cómo las variantes de CREB

liofilizadas que traía debían injertarse en las cepas de adenovirus adecuadas.

Bigelow, entretanto, había rellenado su taza y le escuchaba dando sorbos y

asintiendo con la cabeza. Al final, intervino.

—¿Y usted cree que este virus terapéutico liberaría su carga y desplazaría las

moléculas anormales que ocupan esos circuitos de memoria?

—Así es.

—¿Y los recuerdos podrían volver de golpe?

—Exacto.

—Es muy elegante… si funciona. ¿Cómo se administraría su nuevo virus?

—Unas gotitas en la nariz. El virus empieza a dividirse y se ocupa del resto. Y

eso es lo más bonito: en principio será tan contagioso como el virus de la fiebre

amarilla. Debería extenderse por la población ya contagiada a través de las

mismas toses y estornudos que la infectaron la primera vez.

Bigelow se rascó la nariz por debajo de la mascarilla.

—Umm. Es un método mucho mejor que el mío de ir pinchando de uno en

uno, de cara a tratar una gran masa de población. Además, mi método prevendría

que se infectaran los vulnerables, pero quizá no sirviera para tratar a los ya

contagiados. Sin embargo, también es cierto que no hay garantías de que su

enfoque funcione, mientras que el mío se ha ensayado y contrastado. Umm. ¿Qué

hacer? —Recapacitó durante unos instantes—. ¡Vale! Primero lo ayudaré yo a

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